Tal día como hoy, en la España de 1936, el General Francisco Franco dirigía una carta al Presidente del Gobierno de la 2ª República, Santiago Casares Quiroga en la que decía que las sospechas del Gobierno de que se estaba fraguando un golpe militar no eran ciertas -cuando él mismo sería uno de los generales implicados-, alegando que «[…]faltan a la verdad quienes le presentan al Ejército como desafecto a la República; le engañan quienes simulan complots a la medida de sus turbias pasiones[…]».
Esta carta fue considerada como una última apelación al Gobierno para que impusiese disciplina desde la legalidad. Y era una advertencia clara, que nadie se había atrevido a formular al Gobierno. Pero Casares Quiroga dejó la sin respuesta.
Días más tarde, en la madrugada del 13 de julio de 1936, José Calvo Sotelo fue detenido ilegalmente por fuerzas de seguridad de la república y durante el traslado a dependencias policiales resultó asesinado. El suceso tuvo un hondo impacto entre la clase media española de la época y polarizó aún más el ya tenso ambiente político que reinaba entonces.
Este suceso provocó que Franco decidiese unirse al golpe de Estado que desde hacía tiempo se preparaba contra la República. Y que culminó con el levantamiento del 18 de Julio de 1936.
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