Tal día como hoy, en 1936, Francisco Franco crea el primer campo de concentración español en Ceuta. En total abrió 180 campos en toda España. Albergaron al menos a 500.000 personas. Miles de presos políticos fueron arrendados a empresas privadas hasta 1970.

Trabajos-forzados

Los campos de concentración se suelen asociar más bien a los nazis, pero también fueron una realidad en la España de la postguerra, aunque su creación fue aún más temprana en las zonas ocupadas en los días o semanas posteriores al golpe militar del 18 de julio de 1936 (el primero fue el 20 de Julio, dos días después del levantamiento).

La represión se cebó en los trabajadores y jornaleros, el régimen tuvo que recurrir a ellos para evitar un colapso total en la producción industrial y agraria, estableciendo como norma el trabajo esclavo de decenas de miles de presos políticos, según explica José Luis Gutiérrez Molina, coautor del libro El Canal de los Presos (1940-1962).

Se trata de la explotación laboral sistemática de centenares de miles de prisioneros políticos republicanos por parte de la dictadura, que les utilizó de hecho como auténticos esclavos prácticamente hasta las mismas postrimerías del franquismo, en concreto hasta el año 1970, cuando todavía algunas empresas privadas españolas tenían a su servicio a presos políticos obligados a realizar trabajos forzados para ver reducidas sus fuertes condenas de cárcel.
Con prácticamente dos centenares de pueblos e incluso ciudades destruidos en más del 60% de sus construcciones y edificios, un cuarto de millón de viviendas particulares reducidas completamente a escombros y otras tantas convertidas también en inhabitables, más del 40% del muy reducido parque automovilístico y ferroviario nacional absolutamente destrozado e inservible, con un quebranto gravísimo en las redes ferroviarias y de carreteras, así como en todo tipo de construcciones e infraestructuras públicas afectadas por los bombardeos sufridos durante los tres últimos años, la España resultante de la guerra civil requería una ingente y económicamente muy cuantiosa labor de reconstrucción material.

Las inversiones públicas necesarias para hacer frente a esta reconstrucción eran realmente inasumibles por parte de un Estado cuya moneda oficial, la peseta, tenía en 1940 el 50% del valor que poseía antes del inicio de la guerra civil, apenas cuatro años antes, con una renta nacional que se había situado de repente al nivel existente en 1914 y con una renta per cápita inferior en un 14% a la de 1936, con tasas anuales de inflación que durante los años 40 oscilaron entre el 13 y el 23%, y con una población activa que se había visto reducida en más de medio millón de personas.

Desde esta perspectiva economicista, los presos ‘rojos’ fueron gran parte del combustible de la maquinaria productora del estado franquista.

Para saber más…

Miles de presos políticos fueron arrendados a empresas privadas hasta 1970.
Campos de concentración franquistas
Éramos esclavos en los campos de concentración de Franco

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