Tal día como hoy en 1785 nace Karl Freiherr von Drais, inventor de la bicicleta.  Dicho invento sin embargo, acabó siendo el campo de batalla contra la liberación de la mujer, lo cual originó la creación de una enfermedad ficticia (la cara de bicicleta) que tenía por objeto amedrentar a las mujeres a que usasen ese invento que les confería mayor libertad de movimientos.

Velocipedo

Conocido como el inventor de la Laufmaschine (máquina de correr), fue el precursor del que sería posteriormente el velocípedo (actual bicicleta).

 Las mujeres obtuvieron una gran independencia con la invención de la bicicleta. Este aparato las dio la libertad de poder viajar fuera de casa por su propio pie. Montar en bicicleta también requirió de ropas más prácticas para las mujeres y dio lugar a cambios significativos en la vestimenta femenina en la sociedad. Un individuo de aquella época al ver a las ciclistas comentó, «Es difícil de creer, que sean las mismas mujeres que salieron por la tarde vestidas de gala para montar en sus carruajes.»

Elizabeth Cady Stanton escribió que la bicicleta era una herramienta que motivaba a las mujeres a ganar fuerza y asumir un aumento de roles en la sociedad. Susan B. Anthony declaró en 1896: «Déjeme decirle lo que pienso de montar en bicicleta. Creo que ha hecho más para emancipar a las mujeres que nada en el mundo. Me paro y me regocijo cada vez que veo a una mujer paseando sobre ruedas.»

Pero tal «revolución» fue contestada y combatida, incluso desde la medicina. Labios demacrados, ojeras, ojos saltones, mandíbula apretada, rostro de cansancio… Esos eran los síntomas de un mal que acechaba a la sociedad europea a finales del siglo XIX: la “cara de bicicleta”, una enfermedad que podía afectar a quienes hicieran uso de sus bicicletas para desplazarse. Pero especialmente a las mujeres.

Sin embargo, solo se trataba de una enfermedad ficticia que los médicos de la época se inventaron para disuadir a las mujeres de montar en bicicleta.

“La postura sobre la bici, el esfuerzo inconsciente de mantener el equilibrio y el sobreesfuerzo físico tienden a producir ‘cara de bicicleta’ «, relataba el Literary Digest en 1895.

“Un rostro normalmente enrojecido, pero a veces pálido, a menudo con labios más o menos demacrados, un comienzo de ojeras oscuras y una expresión cansada”, esas eran las consecuencias a las que se enfrentaban las mujeres –y también hombres, aunque en menor medida- que anduvieran en bicicleta. Es decir, lo opuesto a la tierna y adorable mirada que los hombres esperaban de una mujer a finales del siglo XIX.

Además de “cara de bicicleta”, quienes montasen en bici también podían padecer cansancio, insomnio, palpitaciones, dolores de cabeza y depresión. Incluso tuberculosis y un incremento de la libido.

Para saber más…

“Cara de bicicleta”, la enfermedad ficticia para disuadir a las mujeres del siglo XIX de andar en bici
El impacto de la invención de la bicicleta