Tal día como hoy en 1961, se inicia la invasión de Bahía de Cochinos (Cuba) simulando una sublevación de militares cubanos, cuando en realidad era un ataque militar norteamericano que acabó fracasando.

Brigada 2506

La invasión estuvo en manos de la CIA, que entrenó a los miembros de la “Brigada 2506”, unos mil doscientos hombres identificados con el número de un joven miembro muerto en un entrenamiento. La Casa Blanca de Eisenhower dispuso de un “Grupo Especial” de seguimiento formado por funcionarios del gobierno y militares, según consta en un libro imprescindible, “Bay of Pigs Declassified – The Secret CIA Report on the Invasión of Cuba”, editado hace una década por New York Press.

Hoy sabemos, gracias a los biógrafos de Kennedy que fue informado del plan el 29 de noviembre de 1960, 25 días después de su elección. Kennedy puso en duda la aventura, pero no la suspendió. No le alcanzó para arrepentirse el resto de su corta vida: fue asesinado el 22 de noviembre de 1963 en Dallas. Pero sí impuso dos condiciones: no participarían en la operación las fuerzas armadas y se reservaba el derecho de cancelar la invasión. Kennedy no ignoraba que Castro estaba al tanto.

La primera gran torpeza de la CIA ocurrió el 15 de abril, cuando ocho aviones B-26, con la bandera cubana en el fuselaje, bombardearon los aeropuertos militares de la isla para destruir la aviación de Castro. No lo lograron, perdieron tres bombarderos y uno de ellos aterrizó en Miami, con el fuselaje agujerado a balazos. Su piloto se presentó como auténtico rebelde cubano y pidió asilo político. Pero los periodistas descubrieron que el avión era, en realidad, uno norteamericano al que le habían pintado los colores cubanos; que los agujeros de bala no eran de armas antiaéreas sino de pistola calibre 9 milímetros, que todo era una estafa y que el piloto era un impostor.

La invasión siguió adelante. Con más y más graves desaciertos. El 17 de abril la Brigada 2506, transportada por un falso carguero de la CIA, desembarca en Playa Girón y en Playa Larga. Los primeros combates los favorecen, hasta que veinte mil soldados, voluntarios y milicianos reunidos por Castro los rodean. Poco a poco los invasores se quedan sin municiones y sin poder recibirlas de los buques de la CIA porque dos de ellos habían sido hundidos por los T-34 cubanos, indemnes del ataque del 15.

La Brigada pide apoyo a las fuerzas armadas de Estados Unidos, Kennedy cancela una segunda oleada de bombarderos que podría haber emparejado la lucha: tiene la certeza de haber sido engañado por su servicio de inteligencia que había asegurado que una insurrección popular derrocaría a Castro ante la noticia de la invasión.

Después de dos días de combate, la Casa Blanca acepta enviar seis cazas del portaaviones Essex para apoyar a los B-26 de la CIA piloteados por cubanos, que intentarán torcer el destino. Pero otro gran error lo desbarata todo. Los aviones del Essex llegan a cielo abierto a las cuatro de la mañana, hora de Miami. No encuentran a nadie. Los B-26, con la hora de Managua en sus relojes, llegan una hora después.

Bahía de Cochinos es un desastre para los invasores: una cantidad nunca revelada de entre 100 y 400 mueren en los combates, 1.189 son apresados, Castro, que se puso al frente de las fuerzas defensoras, se muestra al mundo como un triunfador y Estados Unidos no puede ocultar el rol decisivo y trágico que tuvo en esa catástrofe.

Mientras la Brigada 2506 se bate con sus últimas municiones, en la Casa Blanca, Kennedy y el jefe de la Armada, almirante Arleigh Burke sostienen un diálogo dramático. Burke le pide autorización para mandar aviones de guerra a la cabeza de playa donde resisten los invasores. Kennedy dice no.

–Almirante, no quiero a los Estados Unidos envueltos en esto.

–Demonios, Presidente –dice Burke señalándose la frente. –Ya estamos hasta acá envueltos en esto.