Tal día como hoy en 1989, durante la llamada Revolución Pacífica (Die Wende) que permitió la progresiva democratización de Alemania, se descubrieron los ficheros de la STASI -Ministerio para la Seguridad del Estado, el órgano de inteligencia de la RDA-, (y los alemanes alucinaron).
Veinticinco años después de la caída del Muro de Berlín, podría pensarse que el Ministerio para la Seguridad del Estado (Stasi) es sólo una figura de la historia, pero en sus entrañas sigue latiendo la vida. «Durante los años 90 fue, digamos, la hora punta de trabajo de consulta. Entonces teníamos casi 4.000 empleados para atender la demanda. Pero ahora seguimos muy ocupados. Hay una nueva generación que acaba de jubilarse y que tiene más tiempo para dedicar a lo que considera una tarea pendiente, averiguar sobre sus padres en los tiempos de la RDA», explica la portavoz Dagmar Hovestädt, mientras toma al azar un archivo, tapa el nombre para mantener la confidencialidad, y comienza a leer el documento manuscrito con impecable caligrafía en 1978 por un joven de 23 años que se ofrecía a la Stasi como informante sobre sus compañeros de universidad. «Con la intención de servir a mi patria y a los principios comunistas que son nuestra razón de ser», se justificaba, «el personal autorizado para recabar mi información o para darme instrucciones se podrá acercar a mí en lugares públicos y pronunciar la frase: ‘Hace un bonito día en Berlín para pasear y charlar con un buen amigo’.
Llegó a contar con 91.000 espías en nómina, 170.000 «colaboradores extraoficiales» y más de 300.000 informantes civiles, entre ellos altos cargos «occidentales». Los documentos referentes a estos últimos, ya digitalizados, ocupan 381 discos con 33 millones de páginas, pero sólo se conserva parte de su contenido porque, tras la caída del Muro, fueron incautados por la CIA y convenientemente podados.
La Stasi disponía además de una Administración Central para la Lucha contra Personas Sospechosas, que se dedicaba fundamentalmente a elaborar listas de ciudadanos inconformes y era aquí donde los chivatazos de familiares, vecinos y amigos resultaban fundamentales. «Aquí evaluamos los archivos, no a las personas», explica Dagmar Hovestädt, que llama a no juzgar sin conocer y recuerda que los informantes se estaban jugando una plaza de hospital para su madre o que su hijo pudiese ir a la Universidad o no. Incluso hubo quien espió a los suyos por amor, como el marido de Vera Lengsfeld, hija de un destacado miembro del partido con ideas propias sobre la que su marido informaba en secreto para evitar que las informaciones más peligrosas llegasen a la Stasi por boca de terceros.
ESTRUCTURA REFORZADA
La información acumulada desde su fundación, el 8 de febrero de 1950, pesaba tanto que un edificio normal no podía con ella, por lo que fue construida con una estructura especialmente reforzada la sede de Friedrichshain, que era en sí misma una ciudad independiente con campos deportivos, colegio y comedores. Este es el edificio en el que Mario Schmidt cree haber encontrado las pruebas que buscaba. «Todo aquel que pedía un permiso para viajar al Oeste era investigado de oficio durante uno o dos años», advierte, sugiriendo que otros pilotos con ficha en los archivos de la Stasi sufrieron también accidentes no aclarados, como Peter Mokowicka, un colega de su padre.
Al igual que éste, muchas de las carpetas que guarda la Stasi aún no han sido abiertas. Podemos suponer que sus secretos más valiosos han sido ya eliminados por servicios secretos amigos y enemigos, especialmente en los meses siguientes a la caída del Muro de Berlín.
Si hay o no hay una ficha con el nombre de Angela Merkel, sólo ella puede preguntarlo y sólo a ella se lo dirán, pero cualquier observador perspicaz aprecia los ascensos políticos de todos aquellos relacionados con la custodia de los archivos. El que fuera su responsable desde principios de los 90, Joachim Gauck, es hoy el presidente de Alemania, propuesto por el Partido Socialdemócrata y con la aquiescencia de Merkel. Su actual director, Roland Jahn, fue el periodista que en su día investigó la labor de informante de Gregor Gysi, hoy líder del partido Die Linke (La Izquierda), y que fue acusado de, durante la dictadura de la RDA y a través de su trabajo como abogado, haber estado pasando información a la Stasi sobre sus clientes. El caso, finalmente, ha quedado encerrado en alguna de las carpetas de color naranja y con las iniciales «IM», amparado en el derecho a la privacidad de Gysi.
Fuente: El mundo.
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