Transhumanismo

Por Miguel Ángel Ruiz

Transhumanismo: las máquinas humanas, el salto evolutivo artificial.

 

De todos los misterios habidos en el universo, aquel que se ha erigido como el rey de la creación – el ser humano –, pareciera ser el mayor enigma. Este orgulloso animal racional, desconocedor de sí mismo, ¿es una obra terminada?, ¿hay un hombre del futuro que nos reemplace igual que  sucedimos al simio? Pues sí, lo hay, pero ya deja de ser hombre para ser máquina: os presento a Neil Harbisson, el Adán del transhumanismo.

 

Febrero de 2013.

 

 

 

Sobre la evolución ¿Es válida para siempre?

 

Charles Robert Darwin (1809-1882) fue de esos hombres que no necesitan presentación. Darwin postuló que todas las especies  de seres vivos han evolucionado  con el tiempo, a partir de un antepasado común, mediante un proceso denominado selección natural. Esta teoría, expuesta en su gran obra “El origen de las especies por medio de la selección natural” (1859), sigue siendo fundamental (aunque con algunos cambios) en la visión biológica de la vida. El concepto de la evolución de las especies, inherente al de selección natural, se acepta como gran verdad indiscutible, aunque no sin controversias al respecto.

Sin embargo, y sin entrar a dudar de la teoría de la evolución de las especies, cabría preguntarse: ¿es un principio universal? ¿Puede verse anulada en determinados contextos? ¿Puede llegar el hombre a ser una excepción a la selección natural?

En la época en la que se asentaron las bases de la evolución no se conocían muchos de los adelantos tecnológicos de la actualidad que, a día de hoy, hacen que la teoría deje de cumplirse en el ser humano.

 

Los grandes progresos en la medicina hacen que individuos que hubieran muerto sin descendencia en un entorno salvaje de lucha por la supervivencia, ahora vivan protegidos en el seno de sociedades seguras como las nuestras. De tal manera, su ADN se transmite y deja de haber selección genética. Avances como implantes, prótesis, vacunas, operaciones quirúrgicas, medicamentos, etc., avalan esta hipótesis.

 

Por otro lado, los miles de productos químicos fabricados por la industria pueden alterar nuestro genoma en formas diferentes a como lo haría la naturaleza. También es innegable el efecto que tendrá la incipiente ingeniería genética. Hoy en día, nunca más que en otro momento de la historia el hombre se está a empezando a diseñar a sí mismo. Y esto, es un interrumpir la evolución “natural” para dejar paso a una artificial. Pero, ¿cómo será el hombre resultante de la evolución artificial?

 

 

 

Neil Harbisson: el Adán del transhumanismo.

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Neil Harbisson, el primer «cyborg» reconocido por un gobierno.

Si el mitológico Adán está considerado el primer hombre, un británico llamado Neil Harbisson podría ser el primer transhumano. Harbisson nació en 1982 en Belfast, con una enfermedad congénita no progresiva denominada “acromatismo”. Debido a una anomalía en las células fotoreceptoras de su ojo, Neil sólo es capaz de ver en blanco y negro. Ésta es una enfermedad rara que afecta a una de cada 30.000 personas.

En 2002, a Harbisson se le implantó un “eyeborg”, un ojo biónico que le ayuda a percibir el color mediante una serie de sonidos. Este implante hace que Harbisson sea una conjunción de hombre y máquina: un cyborg (del inglés, organismo cibernético). De hecho, Neil es el primero reconocido por un gobierno. Es cofundador y presidente de la “Cyborg Foundation”, cuya misión es ayudar a la gente a convertirse en cyborgs, defender el uso de tecnología cibernética y promover los derechos de los cyborgs.

 

Los cyborgs defienden que los implantes deberían ser considerados partes del cuerpo tan legítimas como un brazo o una pierna.

 

¿Qué es el transhumanismo?

 

Harbisson y su Cyborg Foundation no son sino elementos de un movimiento más amplio: el transhumanismo. En esencia, significa “humano mejorado” y se simboliza como H+. Es una corriente filosófica que fomenta y teoriza sobre el uso de nuevas tecnologías para mejorar al ser humano, tanto física como mentalmente. En realidad, el transhumanismo sería una transición, de ahí el prefijo “trans”, hacia la posthumanidad: una raza de seres que habrán dejado de ser humanos. Se podría ilustrar por la ecuación: Homo Sapiens v1.0 + Hightech = Homo Sapiens v2.0. Es una forma de decir “salto evolutivo artificial”.

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Esquema de evolución transhumanista.

Para los defensores del transhumanismo la raza humana siempre ha querido adquirir nuevas capacidades y mejorarse a sí misma. Desde el mito de Ícaro, pasando por los dibujos de Leonardo Da Vinci para volar, hasta los escritos visionarios de Julio Verne, el hombre se ha mantenido constante en su deseo de superar sus limitaciones. Por tanto, ¿qué tendría de extraño que ahora, en posesión de la tecnología, quisiera fusionarse con ella para ser un nuevo ser?

Hasta el siglo XX la tecnología humana había sido externa al hombre como organismo. Inventos como el avión, el coche, los prismáticos o el walkie-talkie son intentos un tanto burdos, casi protésicos, de mejorar al animal racional que somos. Pero ahora el siglo XXI presenta una prometedora, casi amenazadora, potencialidad para que el ser humano se modifique a sí mismo, quizás perdiéndose en el proceso.

 

El transhumanismo, en cierto modo, atenta de una manera directa a lo más esencial del ser humano. ¿Qué es ser humano en último término? ¿Puede definirse a una frontera?

 

Ya se ha logrado en un laboratorio alemán unir neuronas vivas a un microprocesador electrónico de silicio. Éste es un logro revolucionario que transformará la humanidad tal y como la conocemos, porque en el futuro podremos conectar máquinas y personas. A partir de este dato, vamos a asomarnos a una ventana futurista, para ver cómo puede ser el ser humano futuro.

 

 

 

Vislumbrando el nuevo ser: organismos post humanos

 

El aspecto más básico del transhumanismo es el de la modificación corporal. Las llamadas prótesis de última generación permitirán una integración de elementos electromecánicos con el cuerpo humano, como brazos o piernas biomecánicas. Por otro lado, ya existen implantes de retina que mejoran la visión. Con el tiempo, la evolución de esos sistemas hará que los seres humanos no solo no necesitemos gafas, sino que tengamos una resolución visual mucho mayor que la natural. También podremos ver en la oscuridad, simular tener unos prismáticos en los ojos y hacer zoom a voluntad.

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Ojo humano con una implante electrónico.

Además, estos implantes podrán conectarse a otros elementos como ordenadores o reproductores que nos permitirán ver imágenes en nuestros ojos que nadie más podrá ver. Esos sistemas tendrán aplicaciones de realidad aumentada (imágenes o información superpuesta a la visión normal) que harán que cada persona pueda ver cosas diferentes estando en un mismo sitio. Por ejemplo, en nuestra visión normal podría aparecer en un recuadro aparte nuestras búsquedas en internet y sólo podrán ser percibidas por nosotros.

 

El segundo gran hito del transhumanismo será mejorar las capacidades cognoscitivas del ser humano. Ya existe de modo experimental el hipocampo artificial, es decir, un chip de silicio que cumple las funciones del cerebro de memorización de nuevos conocimientos y guía del proceso de aprendizaje. Por el momento sólo se han conseguido resultados con ratas de laboratorio, sin embargo, los científicos atisban que en el futuro la evolución de estos sistemas podría traducirse en la implantación de aprendizajes (como en la célebre película «Matrix«) y también que los humanos podamos recordar cosas que estén grabadas en memorias externas. Algo así como un USB para el cerebro. Es probable que estos sistemas permitan tanto recordar hechos y datos no conocidos previamente por el sujeto como almacenar sus propios recuerdos en una memoria menos volátil y más fiable que el cerebro humano.

 

Otro concepto revolucionario con el transhumanismo sería el de “Mind Uploading” o Trasferencia mental. Básicamente sería la capacidad de copiar el contenido de un cerebro humano de la misma forma que ahora copiamos un disco duro. Si bien este concepto aún no es posible en la actualidad, gracias a proyectos actuales como el de “Blue Brain” (cerebro simulado) estamos pudiendo replicar el funcionamiento del cerebro. Los sistemas de ingeniería inversa (sistemas copiados de la biología) hacen que cada vez las máquinas se parezcan más los entes biológicos. Con el tiempo hasta podría ser posible que esta “copia lógica” de un cerebro pueda ser transferida a un sistema informático como un robot o un androide, esto es, un robot con forma humana. Ese androide intelectualmente sería una copia de la persona, se supone tanto de personalidad como de sus recuerdos.

 

En una familia en la que fallezca un ser querido y al que previamente le hayan hecho una copia de su cerebro, lógicamente la pregunta es: ¿no se sentirían tentados al menos a comprar un androide para reimplantar el contenido cerebral de su ser querido y seguir pudiendo hablar con él, aunque en carne y hueso ya no pudieran hacerlo?

 

La pregunta anterior apunta a otro de los grandes objetivos del transhumanismo: la búsqueda de la inmortalidad. Es evidente que los intentos de mejorar la especie humana pasen por ampliar la esperanza de vida. Sin embargo, el transhumanismo piensa que la posthumanidad habrá derrotado a la  muerte mediante la tecnología. Una técnica combinada de “mind uploading” más clonación humana y posterior transferencia cerebral, posiblemente daría como resultado  un ser joven pero con la experiencia y conocimiento del anterior fallecido.

 

De estos retos tecnológicos, el que está más alejado del estado de la tecnología actual posiblemente sea el de “reescribir” en un cerebro nuevo una copia lógica de uno anterior. Los otros dos elementos, clonación humana y copia cerebral, están más avanzados en investigación a día de hoy.

 

La enumeración de inventos y descubrimientos de corte transhumanista abarcaría muchas páginas más. Sólo en el ámbito de la ingeniería genética y la manipulación de ADN, la posibilidad de mejoramiento del ser humano es asombrosa. A todo lo anteriormente dicho podríamos añadirle individuos más fuertes, más musculosos, mejor adaptados y con nuevas características. Pero dejemos los inventos a un lado para analizar la sociedad en la que vivirán esos individuos en transición a la posthumanidad.

 

 

 

¿Y la sociedad post humana?

 

Los inventos anteriores irán transformando paulatinamente la sociedad. En esa transformación, opino que la mayor afectada será la consciencia de las cosas; se gestará una nueva forma de ver el mundo que será mucho menos lineal y euclídeo de lo que ha sido hasta ahora. Es posible que el primer concepto en volverse borroso sea el del espacio.

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Guante robótico para investigación de tecnología biónica.

Los hombres empezarán a relacionarse como pura conciencia con otras personas separadas geográficamente; esto, de hecho, ya pasa. El concepto lejano o cercano tendrá más que ver con que haya acceso a la red en un determinado punto.

 

El concepto del espacio se irá desdibujando más y más a medida que avancen los entornos de realidad virtual. Entornos que serán cada vez más sofisticados, así pues existirán dispositivos que permitirán tocar y sentir objetos y personas a distancia. Con el tiempo, y a medida que mejoren las interfaces ordenador-cerebro humano, la actual “videoconferencia” se parecerá mucho más a una teletransportación virtual que a otra cosa. Sin embargo, para que ésta se produzca, el punto geográfico al que “viajemos” ha de disponer la tecnología necesaria para poder “representarnos” y captar la información del aquel entorno que necesitemos. Para que estos viajes virtuales sean posibles, las zonas urbanizadas contaran con millones de cámaras diminutas por todas partes que proporcionarán datos disponibles de muchas partes del mundo.

 

Además, estos dispositivos conectados al cerebro permitirán, a voluntad, bloquear totalmente nuestra experiencia del mundo real y sumergirnos en un mundo de realidad virtual. Esta posibilidad borrará aún más la línea del aquí y ahora y hará confuso el concepto de mundo real.

 

Las barreras de idiomas tal y como las conocemos dejarán de existir gracias a los sistemas de traducción simultánea. Se crearán aplicaciones de traducción que harán que todas las personas puedan entenderse.

 

En muchísimos casos se arreglarán las desventajas de las personas con discapacidad. Así, personas con la médula espinal dañada podrán caminar y hacer una vida normal gracias a dispositivos que podrán leer las señales del cerebro y, mediante un exoesqueleto o armazón, podrá dotar a la persona de su movilidad perdida.

 

También será posible “cambiarse por una persona” y conectarnos a su cerebro. Mediante implantes será posible saber (y hasta grabar) lo que una persona ve, oye y piensa.

 

Aparte de la modificación de la conciencia, el otro punto importantísimo que revolucionará la sociedad será el progreso de la inteligencia artificial. Esta crecerá exponencialmente mientras que la inteligencia biológica permanecerá fija.

 

La “vida simulada” empezará a ser más y más común en nuestro mundo. Al principio no habrá verdaderas conciencias, pero se aplicarán a campos concretos, como por ejemplo, la atención al cliente. La mayoría de gestiones, recados o solicitudes de información conllevarán tratar con una persona simulada.

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Aún estamos lejos de una verdadera inteligencia artificial, no digamos ya la conciencia, pero es el gran destino de la investigación.

Al mismo tiempo, la verdadera inteligencia artificial en robótica seguirá su curso y poco a poco se hará común y normal interactuar con una entidad no biológica. En cierto punto la tecnología pasará el Test de Turing, que consiste en no poder distinguir entre una inteligencia humana y una artificial.

 

En ese momento empezará a haber un gran debate en la sociedad, puesto que si las máquinas tienen conciencia y las personas tienen tecnología e implantes, y además habrá conciencias de personas transferidas a androides, será difícil elaborar una línea divisoria. Se verá la necesidad de redefinir el concepto de humanidad y de máquina. Mucha gente tendrá algún grado de cyborg, aunque también habrá humanos puros por su puesto, pero serán percibidos como extraños, de la misma manera que son vistos los Amish en la actualidad.

 

Por otro lado, las inteligencias artificiales empezarán a pedir derechos, reivindicarán el hecho de ser conscientes y pedirán reconocimiento.

 

 

 

La singularidad

 

El incremento progresivo de inteligencia artificial es un proceso que puede ser infinito, pero que en lo relativo a lo humano tiene un punto de inflexión muy importante. Este punto ha sido denominado por varios autores como la Singularidad. Este momento hipotético, ocurrirá cuando la inteligencia artificial supere a la biológica.

 

A diferencia de otros acontecimientos, es muy difícil predecir qué ocurrirá tras la singularidad. Parece probable que las máquinas empezarán a diseñarse a sí mismas a un ritmo mayor que el humano. Las implicaciones de la singularidad estarán condicionadas por miles de factores, especialmente cuál será el status jurídico de las máquinas, si tienen derechos, si obtienen capacidad de decisión en nuestra sociedad o si consideran necesario implicarse como agentes sociales en la civilización. ¿Percibirán las máquinas el egoísmo y la miopía espiritual humana? ¿Serán menos egoístas que nosotros? ¿Más compasivas? ¿Se sentirán amenazadas por el hombre? ¿Se sentirán superiores o responsables de arreglar la sociedad humana? De hacerlo, ¿lo harían mediante consenso con los humanos o por sometimiento?

 

 

 

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¿Lo sabías?

Según el transhumanismo el ser humano es un ente cambiante que va evolucionando desde lo inanimado hasta sofisticadas cotas de conciencia en un ser que fusiona lo biológico con la potencia tecnología de la informática. Así, para los transhumanistas, las fases de la conciencia son: el mundo inanimado, vida con consciente, la humanidad actual, la transhumanidad y la posthumanidad: un estado en el que la vida inteligente, ya no será humana.

 

Tecnoparapsicología o la parapsicología artificial.

No cabe duda que el futuro traerá grandes cambios y transformaciones. La más afectada sin duda será nuestro concepto de realidad. Hay un campo que podría estipularse (y que si no existe aún lo invento ahora) que se llamaría la tecnoparapsicología o la parapsicología artificial.

Consistiría en que la tecnología hará posible muchos de los fenómenos estudiados en parapsicología. Por ejemplo, ya existe en la Univesidad de Maastrich un estudio que permite relacionar patrones de pensamiento humano con palabras. Este no es sino el paso previo a la telepatía artificial, que una vez decodificado el pensamiento, el resto de elementos no suponen ningún problema tecnológico. Por ahora solo se leen directamente del cerebro cuatro palabras, pero ya está creada la esencia de esa nueva telepatía.

Gracias a internet y los sistemas de realidad virtual, conceptos como la visión remota y la proyección astral serán técnicamente posibles. Muy cercano está también, el concepto de dermoóptica que si bien aún no existe no entraña riesgos insalvables. No tanto como visión pero si como identificación de color. El eyeborg de Neil Harbisson sería un posible prototipo.

El conocimiento del cerebro humano y los adelantos en la incipiente neuroteología harán posibles acabar induciendo experiencias místicas artificiales en el ser humano. Tecnomisticismo o misticismo artificial. Por supuestos también inductores de hipnosis y de meditación profunda.

La aún discutida, posibilidad de trasladar la conciencia al silicio abre la posibilidad de realizar  una reencarnación artificial o Metempsicosis (transmigración de almas) como la llamaban los griegos.

La capacidad de que el cerebro pueda leer recuerdos y conocimiento desde memorias externas, y aún mejor, a contenidos en internet abre la puerta a procesos similares al que describen los Registros Akásikos o al Anima Mundi de los alquimistas.

Por último, aunque todavía inexplorada, el marco que estamos describiendo haría factible mediante otros dispositivos externos lograr algo semejante a Telekinesia. Sólo sería necesario que un dispositivo que leyese del cerebro transmitiese las órdenes a otro tipo de herramientas que haría posible el movimiento de objetos, quizás mediante imanes.

 

¿Es todo tan bonito? Creando el nuevo frankenstein.

Muchos de los manifiestos pro transhumanismo describen un futuro bastante idílico donde la posthumanidad habrá conseguido resolver muchos grandes problemas y fundamentalmente tendremos un mundo feliz.

Pero para muchos otros pensadores, el transhumanismo supone algo terrible, el fin de la humanidad y el inicio de una época de desigualdades nunca antes vistas.

Desde mi punto de vista, la gran crítica al transhumanismo viene desde el acceso desigual a la tecnología. Desde el momento actual, donde el capitalismo rige el mundo y las diferencias de riqueza son abismales, es difícil que se haga una transición a un mundo más justo usando un recurso caro: la tecnología. Lo que pasará es que los que gozarán esta tecnología serán, los sectores más ricos de la población.

Ya sea desde la ingeniería genética o desde las capacidades que proporcione convertirse en un cyborg lo cierto es que tras algunas décadas o siglos la separación entre ricos y pobres no será como ahora sólo cuestión de alimentos, cobijo, cultura, etc. Sino que los ricos se escindirán como una raza aparte, una raza superior. Se piensa que gracias al humanismo pueda acabar ocurriendo que haya tanta “distancia genética” entre el transhumano y el humano como del humano al simio. Es decir, los ricos será una nueva especie mejorada.

Si estos son los logros del transhumanismo, en cierto punto sembrarán nuevas formas de discriminación racial-tecnológicas. ¿Acabará habiendo máquinas con mejor status social que otros humanos? ¿Será el humano puro sometido o discriminado en cierto momento? ¿Se convertirá en una criatura “obsoleta”? ¿Se acabará constituyendo una sociedad tan tecnificada que el mero hecho de no tener implantes supondrá una clara desventaja y motivo de exclusión social?

La transformación del transhumanismo debería venir pareja con una revolución espiritual que lime asperezas entre agentes sociales y construya un  mundo más compasivo  y solidario. De no ser así se vislumbra un negro futuro. Aunque por otro lado, quizás sea la inteligencia artificial la que sepa construir una verdadera solidaridad inter-especies que los seres humanos aún no hemos logrado… En cualquier caso, parece irse confirmando la sospecha de los visionarios que predijeron, que el futuro y la esperanza del hombre está en la máquina.

Reflexionemos pues, porque en todo caso, aún es un futuro por escribir…