Servicios de Inteligencia y Tráfico de Drogas

Por Miguel Ángel Ruiz

La postura oficial de los gobiernos de todo el mundo en la llamada “Guerra contra la droga” es clara y rotunda: hace falta mano dura y tolerancia cero. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y detrás de la frontal ilegalización de estas substancias se esconde un lucrativo negocio para muchas partes. La lucha contra la droga es una guerra que nadie quiere ganar.

Febrero de 2014. 

  

Cómo empezó todo: la guerra del opio.

Como otras muchas cosas, la primera red de comercio de estupefacientes la inició Occidente. A mediados del siglo XIX, el comercio occidental con China era muy desigual. Los europeos compraban mercancías como porcelana, seda, condimentos y té, pero no tenían nada que ofrecer, nada de interés para el gigante asiático.

China había observado los problemas sociales que creaba el consumo de opio y lo prohibió en 1829, expulsando a los comerciantes británicos de su territorio. Éstos se quejaron al gobierno británico, quien inició una guerra contra China para obligarla a comprar el opio británico cultivado en la India. El conflicto terminó en la llamada “segunda guerra del opio” donde Francia, Reino Unido y Estados Unidos impusieron a China la legalización y el comercio dicha sustancia. Finalmente en el año 1865 se creó el banco HSBC (Hongkong and Shanghai Banking Corporation) con el fin de administrar las enormes ganancias que producía el opio.

Esta contienda generaría el inicio de un negocio fomentado por Occidente que continúa hasta nuestros días: el tráfico de drogas.

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Doble juego de USA contra la droga

La política de prohibición de drogas en Estados Unidos empezó a principios del siglo XX. Son numerosas las voces críticas a esta decisión, puesto que un mercado legal y controlado evitaría muchos delitos y víctimas, tanto por enfermedad como por violencia.

Sin embargo, la política de guerra contra la droga tiene un doble juego. Un doble propósito que es eminentemente hipócrita. Por ejemplo: mientras la primera dama, Nancy Reagan, encabezaba la campaña “Dile No a la Droga”, su marido Ronald Reagan,  autorizaba a la CIA iniciar la Operación Mosquito con objeto de incrementar la producción de opio en Afganistán, en torno a las bases militares soviéticas. El objetivo no era otro que crear adictos y nuevos mercados de heroína en la URSS.

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De una manera muy resumida, podríamos decir que el tráfico de drogas forma parte de un sistema de dominación estadounidense. Para mantener su supremacía, Estados Unidos ha necesitado realizar siempre determinadas operaciones militares que, debido a visibilidad geopolítica, no podía llevar a cabo con su propio ejército. La estrategia, que se acabó convirtiendo en un modus operandi completo, era usar el dinero del tráfico de drogas local para financiar terrorismo que les permitiera cumplir sus objetivos.

Este uso de la droga para financiar operaciones clandestinas en todo el mundo ha sido sistemático desde hace ya más de medio siglo.

Según el exdiplomático canadiense y doctor en Ciencias Políticas, Peter Dale Scott, en su libro “La máquina de guerra americana”, estas estrategias datan al menos de 1950. En dicho año, la CIA organizó la “Operación Paper” que consistía en la utilización del ejército del KMT en Birmania para el control de tráfico de droga en toda la región.

Y así la colaboración en secreto con grupos financiados mediante el tráfico de droga se sistematizó: Indochina y China meridional en los 50-70. Afganistán y Centroamérica en los 70 y 80. Colombia en los años 90. Para Dale Scott, seguir el rastro de la geopolítica americana consiste en seguir la producción de droga. Así, ésta se desarrolla bruscamente en los lugares donde Estados Unidos interviene con su ejército y/o sus servicios de inteligencia y esa producción disminuye cuando terminan esas intervenciones.

Como ejemplo está la guerra de Afganistán, que hizo disminuir el tráfico en el Sudeste Asiático y moverlo en esa década a la frontera entre Pakistán y Afganistán. Previo a la guerra en 1979, según las estadísticas americanas, apenas entraba opio afgano en Estados Unidos. Un año después, cuando EEUU había creado y financiado Al-Qaeda para que librara la guerra contra la URRS, ya el 60% de la droga que entraba en América provenía de Afganistán. Esto provocó una epidemia de adicción a la heroína en Estados Unidos y en Europa.

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Muy posiblemente, la gran cantidad de nuevos “yonkies” que vimos en España en la década de los 80 eran fruto de la política exterior norteamericana sin que este hecho fuera generalmente asociado de cara a la opinión pública.

IRAN CONTRA

Quizás uno de los mejores y más documentados ejemplos de cómo funciona todo el sistema sea el célebre caso conocido como Irán-Contra o Irangate. En 1985 la administración Reagan, durante la prolongada guerra Irán-Irak, vendió armas secretamente a Irán. El dinero obtenido de ese país se usó para financiar a la “Contra”, un movimiento creado y financiado por USA para erradicar al gobierno de izquierdas (sandinista) nicaragüense.

Nicaragua había estado desde 1934 a 1979 bajo las dictaduras de los Somozas (padre e hijo), oprimiendo a su pueblo bajo el beneplácito de Washington. Pero en julio de ese año surge la revolución sandinista que forma un nuevo gobierno democrático de izquierdas. La Contra no sólo significó una ola de terror para el pueblo nicaragüense que vio cercenada su soberanía,  sino que también sufrió la tortura, los secuestros y las masacres de escuadrones de la muerte entrenados por la CIA.

La financiación a la Contra estaba prohibida por el Senado americano, lo cual no impidió que entre 1982 y 1990, EEUU gastase más de 300 millones de dólares en financiar a la contrainsurgencia. Esta financiación tenía 3 grandes orígenes: el tráfico de armas a Irán, la CIA y el tráfico de drogas.

La financiación requería de una red de apoyos externos: el cártel de Medellín y el de Guadalajara por medio del famoso narco Pablo Escobar (y otros) montaron una infraestructura en Yucatán (México) para facilitar la introducción de cocaína en EEUU. Esta operación contó con el apoyo de la CIA, según documentos desclasificados. Los traficantes de droga colombianos y mexicanos apoyaban económicamente a la Contra a cambio de facilidades para introducir droga en EEUU.

Es decir, no eran sólo operaciones más o menos de “guerra”, por supuesto ilegales bajo legislación americana, sino que permitían que la droga llegase a las calles de América y arruinase decenas de miles de vidas de sus propios ciudadanos. Lo cual es comprensible porque si no hubieran permitido eso, habrían cerrado el principal mercado y adiós financiación. ¿Habría, además, en la introducción de droga en EEUU algún intento digamos “eugenésico”, de eliminar a una parte de su clase baja?

Según el periodista Gary Webb, la CIA vendió toneladas de cocaína en Estados Unidos durante esos años para pasarle las ganancias a la Contra nicaragüense. Bajo esa perspectiva cobra sentido la famosa frase de John Gotti, jefe de la mafia, que cuando le preguntaron en los tribunales si estaba metido en el tráfico de drogas, su respuesta fue: “No, no podemos competir con el Gobierno”.

LA DEA

La DEA (Drug Enforcement Administration) es la agencia americana que constituye la punta de lanza de la guerra contra la droga. Fue creada por Richard Nixon en 1973, agrupando las competencias de algunas agencias ya existentes. Además de sus instalaciones y personal en suelo americano, la DEA tiene oficinas en 62 países de todo el mundo. De hecho, supuestamente, ofrece también apoyo a otros países a combatir el tráfico de drogas, especialmente porque la mayoría de droga que se produce en el segundo y tercer mundo acaba en EEUU. Allí donde hay droga está la DEA y donde está la DEA hay droga.

El problema es que hay numerosas voces que denuncian que la DEA está involucrada en el tráfico de drogas. Por ejemplo, en 2005 Venezuela acusó a la DEA de establecer lazos con narcotraficantes y suspendió el acuerdo de colaboración que tenía con ella en materia de narcotráfico. En 2007, Pedro Carreño, ministro de justicia de Venezuela aseguró que a través de la DEA salía de su país una gran cantidad de droga y les acusaba de comportarse como un cártel. De hecho, según estas mismas informaciones, la DEA realizó pactos con narcos pertenecientes el cártel de Sinaloa (México). A los narcos Joaquín Loera «El Chapo» Guzmán e Ismael «El Mayo» les ofrecían inmunidad judicial en EEUU a cambio de información sobre otros cárteles rivales. La pregunta es si otros cárteles son considerados rivales también para la propia DEA.

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Esta idea también se expresa en el libro “La máquina de guerra americana” del Dale Scott: “El verdadero objetivo nunca fue el de erradicar la droga. Consistió más bien en modificar la repartición del mercado, o sea apuntar a enemigos específicos para garantizar que el tráfico de la droga quede bajo el control de los traficantes aliados del aparato de seguridad del Estado en Colombia y/o de la CIA”.

Asimismo, el periodista y experto en servicios secretos, Fernando Rueda, denuncia en su blog cómo la lucha de EEUU contra la droga es un pretexto. Según Fernando, en una operación realizada en 2009 en México por la unidad llamada “Operaciones de acceso a la Medida” de la NSA, no tuvo por objetivo “detener narcotraficantes, sino resolver con éxito asuntos políticos y conseguir negocios internacionales”.

Otro caso de estudio lo constituye el protagonizado por el agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar. Entre 1981 y 1984 estuvo infiltrado en el cártel de Guadalajara, operación que culminó con la destrucción de una hectárea de plantación de marihuana propiedad del narco Rafael Caro Quintero. Aquella operación de la DEA tuvo represalias y el pobre agente Camarena fue secuestrado por policías corruptos pagados por los narcos. Camarena fue también secuestrado torturado y asesinado en 1985 por los cárteles de la droga. O eso se creía… hasta octubre 2013, cuando tres agentes federales americanos contaron que Camarena en realidad había sido asesinado por el agente de la CIA Félix Ismael Rodríguez. Según esta nueva versión, el verdadero motivo de la muerte de Camarena fue que éste había descubierto los vínculos que Washington tenía con el narco Caro Quintero y las ganancias se usaban en la financiación de la Contra antisandinista en Nicaragua.

Había otro testigo de la implicación de la CIA en la muerte de Camarena: el excomandante mexicano de policía Guillermo González Calderoni, quien declaró ante el FBI que la CIA estaba implicada en el secuestro y tortura de Camarena. Según González, la CIA grabó la tortura en vídeo. Cierto o no, fue asesinado de un balazo el 7 de febrero de 2003. Para algunos investigadores la esquela se la diseñaron desde Langley: sabía demasiado.

 

Tráfico de Drogas y el sistema financiero internacional

Probadas las relaciones con la droga, centrémonos en otro aspecto esencial: el económico. Las actividades ilícitas asociadas al tráfico de drogas (así como al terrorismo, venta de armas y otras) no tendrían mucho sentido si el dinero negro no volviera a reinsertarse en el sistema financiero primero y en la economía real después.

Esto exige redes paralelas de blanqueo de capitales que proporcionan también intereses y beneficios en los bancos. Por ejemplo, sólo en España se estima que el blanqueo podría estar entre el 20% y 25% del PIB español, es decir, unos 250.000 millones de euros anuales. El FMI lo situaba en 1991 en un 5% del PIB mundial, sin embargo otros autores aumentan considerablemente esa cifra. Estados Unidos es responsable del 46% del lavado de dinero en el mundo.

El blanqueo de capitales generalmente cuenta con 3 fases: introducir el dinero en el sistema financiero, difuminar el rastro dentro del sistema a través de compraventas y paraísos fiscales y finalmente integrarlo todo junto como fondos lícitos en la cuenta de alguien como dinero justificado. Para ello hace falta relajación o falta de vigilancia en los bancos, de manera que no detecten las entradas o la identidad de los clientes. Un estudio, muy políticamente correcto, de la consultora KPMG de 2011 sugiere que gran parte de los bancos no realizan correctamente detección de blanqueo.

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Un ejemplo revelador de esta relación interesada la constituye el HSBC (creado en 1865 para gestionar el opio chino). En 2012, HSBC llegó un acuerdo con las autoridades de EEUU y pagó 1.900 millones de dólares para detener una investigación que lo involucraba en el lavado de dinero. He dicho bien: detener la investigación, no que fuesen declarados culpables. Dejamos a la imaginación del lector la enormidad de intereses y dinero realmente en juego.

La acusación que pesaba sobre el HSBC era de lavado de dinero de los cárteles mexicanos y el blanqueo de fondos con países relacionados con el terrorismo (Irán, Siria, Arabia Saudita, etc.). Sin embargo, los fondos lavados ascendían a 20.000 millones de dólares que, como decimos, han sido “perdonados” con un acuerdo del 10% del total. Parece más un impuesto que otra cosa. El ejercicio deja un 90% de beneficios y quizás sea el único dinero que grava la operación, sólo en caso de que les pillen.

El Blog Salmón cita más ejemplos: el banco de Nueva York fue multado con 38 millones de dólares tras una investigación de seis años en las que se confirmó sus nexos con las mafias de Rusia, Italia e Irán. Y el Wachovia Bank, hallado culpable de blanqueo con unas ganancias de 12.300 millones de dólares. ¿La multa? 160 millones, un 1.3%.

 

Mirar para otro lado

En nuestra opinión, la guerra contra la droga no es tal y existe una actitud de “mirar para otro lado” a todos los niveles del problema. Vamos a citar dos ejemplos. Uno de ellos es colosal y trata sobre Afganistán. En este país, los beneficios del comercio de opio generan el 38% del PIB según el Primer Informe Afgano sobre Desarrollo Humano desarrollado por Naciones Unidas en 2005 y según la ONU el 75% de la heroína mundial es afgana. ¿Cómo es posible que un país ocupado militarmente por EEUU no conozca donde están los cultivos o los laboratorios? ¿Puede una actividad que supone el 38% del PIB resultar indetectable o invencible para la primera potencia militar? ¿Y porque no arrasar los cultivos de opio del mayor productor de heroína del mundo, especialmente si lo tienes ocupado militarmente?

Es más, en 2001, los talibanes tenían prácticamente erradicado el opio de Afganistán, pero cuando en noviembre de ese año, la OTAN derroca al gobierno, la producción de opio aumentó considerablemente en los años posteriores, recordemos, en un país bajo la ocupación militar de la OTAN.

El segundo ejemplo es más anecdótico pero lleva a la reflexión. En Andalucía, al sur de España, zona vital en la lucha contra el narcotráfico, se han robado en varias ocasiones alijos de droga una vez que estos habían sido incautados por la policía. La droga una vez incautada queda depositada en el depósito judicial y una vez requisada, la recuperan los narcos. En estos casos, a pesar de las operaciones exitosas de las fuerzas de seguridad del estado, la droga vuelve a la calle y a la venta, en el sitio más vulnerable: el almacenamiento del alijo. El Sindicado Unificado de Policía (SUP), naturalmente frustrado, habló en su momento de la “tremenda dejadez” de las administraciones públicas, dejadez que se tradujo en repetidos robos de centenares de kilos de cocaína y hachís cada vez. El debate está servido, pero el hecho es que la droga volvió a la calle.

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El problema de base radica en un enfoque interesadamente incorrecto en la lucha contra la droga. Su prohibición es una estrategia. El hecho de que sea un comercio ilícito hace que presente enormes tasas de ganancia. Esto es así porque el precio de la droga se determina más por el costo de distribución que por el de producción, hecho que no ocurre con ninguna substancia legal.

Otro libro de referencia se titula “El narco: la guerra fallida” escrito por Jorge Castañeda y Rubén Aguilar. El libro muestra cómo se infla el precio de la droga conforme se acerca a su destino final. Si acompañamos a un kilogramo de cocaína pura en su viaje clandestino observamos que cuando aún está en Colombia vale unos 1.600 dólares. En Panamá asciende a 2.500  dólares. El mismo kilo vale ya unos 13.000 dólares la cruzar la frontera mexicana. 20.000 dólares en las redes de distribución en América y 97.000 dólares el kilo en la venta minorista de Nueva York, Boston o Los Angeles. La revalorización total es del 6.000%.

Además, los expertos alertan de que confiscar no resuelve nada. “Mayores confiscaciones equivalen a mayores producciones”. Casi es mover el mercado, porque no es producir lo más caro, sino el transporte y la distribución.

Según el investigador colombiano y ex alcalde de Medellín, Fabio Alfonso Salazar, autor del libro “La Parábola de Pablo” (Escobar), el narcotráfico es un negocio en el que se puede derrotar a los narcotraficantes pero no al narcotráfico. Siempre hay dispuesta una nueva generación para reemplazar a los capos detenidos o muertos. Estados Unidos ha encarcelado a más gente por tráfico de drogas que por todo el resto de delitos violentos juntos: aproximadamente un millón y medio de personas cada año.

La estrategia del policía malo.

En la cadena del tráfico de droga se pueden identificar 3 grandes eslabones, interconectados pero que a la vez son los agentes implicados en todo el proceso: Estados Unidos, con sus agencias (DEA, CIA, NSA, etc.) y gobiernos afines, los cárteles de la droga quienes realizan todo el trabajo sucio y la gran banca o sistema financiero.

Y resulta que desde la perspectiva expuesta en este artículo, a ninguno de los tres agentes les interesa que la droga sea legal. Les interesa que exista un mundo clandestino de delito porque eso es precisamente lo que le convierte en un mercado lucrativo.

A Estados Unidos porque financia con droga las operaciones clandestinas para establecer su supremacía geopolítica de dominación. Una legalización del consumo supondría, sí, beneficios para el estado, pero perderían el arma de financiación del terrorismo y la manera de organizar otras operaciones clandestinas que el gobierno no quiere pagar. Además en la lucha contra la droga, la seguridad es un negocio que mueve también mucho dinero. La seguridad le cuesta al Estado mucho dinero, pero dinero público, del contribuyente, el que se valora tan poco en las esferas políticas.

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A la banca la opacidad, el shadow banking, el secreto bancario y el lavado de capitales también les ofrece numeroso dividendos. Mucho dinero, como vimos con relación al PIB, que les permite ganar más dinero, lo cual es más poder para comprar y vender. Los bancos además ejercen una enorme influencia sobre el poder político, con lo cual, si ellos están en contra de la despenalización, la servil esfera política seguirá recitando puntualmente el consabido mano dura en la guerra contra la droga.

Y los cárteles, ¿qué se puede decir de ellos? La droga es su modo de vida, si esta se legalizase tendrían que estudiar farmacia para poder vender, y su margen de beneficios se reduciría miles de veces, con lo cual ya no les interesaría.

En este esquema, mientras la droga no se despenalice jamás se podrá combatir esta lacra. Porque realmente no hay una guerra, y si la hubiera, nadie querría ganarla. Bueno, claro que hay, los toxicómanos y sus familiares que son las verdaderas víctimas de un gigantesco conglomerado de intereses que gritan muy alto “Di NO a la droga” para que no se oigan los lamentos del reguero de cadáveres que dejan.

Gary Webb

No quisiéramos terminar este artículo sin rendir homenaje a Gary Webb. Fue un periodista estadounidense que dio a conocer al mundo las conexiones entre la CIA y el mundo de la droga.

Gary publicó sus primeros hallazgos en el diario San José Mercury News en 1996, lo que produjo un gran revuelo nacional. Era un trabajo extremadamente serio y amplio. Después de eso, sufrió una gran campaña para destruir su reputación. En los medios oficiales casi no encontró defensores. Venido abajo por las presiones, renunció al Mercury News al año siguiente y nunca volvió a tener empleo en un diario conocido.

En 1999 publica su libro “La oscura alianza”, donde denuncia cómo los barrios negros de América fueron inundados de crack con el propósito de surtir de dinero fácil a la CIA. Para muchos fue un héroe, y gracias a él, otros muchos podemos escribir sobre este tema, aún demasiado desconocido pese a todo.

Ganó dos veces el premio Pulitzer por contar las mismas asociaciones que se pueden leer en este artículo. La diferencia, es que Gary pagó con su vida la publicación de sus descubrimientos.

El 10 de diciembre de 2004 fue encontrado muerto en su domicilio con dos balazos en la cabeza. Tenía 49 años. Las balas habían entrado en la cabeza de Gary por la nuca destrozándole la cara. La policía resolvió el caso con una celeridad pasmosa: se había suicidado. Descansa en paz, Gary.

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