El Plan Cóndor – Latinoamérica 1975-1989

 

 

Por Miguel Ángel Ruiz

En los años 70, coincidieron dictaduras en casi todos los países del cono sur. Dichos regímenes firmaron un acuerdo de colaboración trasnacional con objeto extender la cooperación entre ellas y conformar una súper dictadura represiva que trabajase conjuntamente. Crearon una sociedad orwelliana, donde cualquier persona podía desaparecer misteriosamente sólo por pensar diferente. Miles de personas desaparecieron pero tampoco constan como fallecidos, siguen en algún lugar intermedio entre la vida y la muerte

 

Nada más acabar la segunda guerra mundial, en 1945, ya empezaron a producirse las primeras discrepancias entre las dos grandes potencia ganadoras, que acabarían dibujando la política de  bloques que sería la guerra fría. Estados Unidos, quería construir gobiernos liberales y mercados capitalistas especialmente en Europa pero también en el resto del mundo. A su vez, Rusia quería crear un súper estado, como sería el Pacto de Varsovia, donde crear un cinturón de seguridad para Moscú compuesto por repúblicas soviéticas. Pronto, las dos potencias acabarían jugando una siniestra “partida de Risk” por el control de otros estados y territorios.

En 1948, se activó el Plan Marshall, un plan americano de ayuda para construir una Europa según los intereses de Estados Unidos y ejercer influencia en la zona. Paralelo al plan Marshall, la unión soviética propuso el plan Molotov y participó en el control y la reedificación del bloque del Este, ejerciendo un contrapeso y convirtiendo esos países en estados satélites de Moscú. Aparte de dividirse el mundo con un “telón de acero”, que llegó incluso a dividir Alemania, creció la tensión y la pugna por el control de diferentes territorios. Por ejemplo, la entonces Checoslovaquia aceptó el plan Marshall en 1947, pero los intereses soviéticos se adelantaron en este caso, dando  un golpe de estado en Praga en 1948 que instauró un gobierno comunista.

Así, en 1947 nació la doctrina americana conocida como la “Teoría de la contención” cuyo objetivo era frenar la expansión de los regímenes comunistas. Lo que llevó a la “Teoría del Efecto Dominó” por la cual, si un estado caía bajo un régimen socialista, sería más probable que otros estados siguieran su ejemplo. Y así, el marxismo se convirtió en un virus a contener y combatir en todo el mundo.

Uno de las primeras casillas de batalla de esta colosal partida de Risk sería la guerra civil griega (1946-1949) en la que Estados Unidos entendió que o ejercían injerencia o la zona caería bajo el control comunista, lo que se tradujo en una guerra civil que era realmente entre comunistas y anticomunistas, como acabaría pasando durante toda la guerra fría.

La batalla por el control, no ocurría únicamente junto a las fronteras de la antigua URSS, sino que el atractivo de los ideales marxistas de igualdad y pan para todos, pronto tuvo eco y sedujo a los sectores más desfavorecidos de regiones lejanas como podía ser el Caribe y América del Sur, zonas propensas a vivir bajo regímenes dictatoriales. En estos nuevos entornos, el marxismo cobró en Latinoamérica un nuevo frente de batalla entre ricos y pobres, señores y campesinos, terratenientes y jornaleros. El ejemplo de la revolución Cubana de Fidel Castro en 1958, azuzó la preocupación americana del avance del virus marxista. Ya había sido un precedente los 10 años de la revolución en Guatemala (1944-1954) hasta que la CIA puso fin al gobierno izquierdista mediante la operación PBSUCCESS que derrocó al entonces presidente Jacobo Arbenz.

Dicho golpe ejemplifica muy bien la estrategia de dominación americana de toda Latinoamérica y su lucha contra el marxismo en la región. Los golpes de estado y cambios de gobierno se fueron sucediendo hasta que en la década de los 70, casi todo el cono Sur estaba bajo dictaduras militares que contaban con la aprobación de Washington. Así, en 1974, las dictaduras de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay decidieron unirse para combatir el marxismo. Había nacido el Plan Cóndor, que junto a la participación esporádica de Colombia, Perú, Venezuela y Ecuador, se emplearían a fondo para combatir el comunismo mediante la violación sistemática de los derechos humanos más cruel que se recuerda.

El Plan Cóndor

El 28 de Noviembre de 1975, se clausuraba en Santiago de Chile, una reunión secreta entre varios jefes de los servicios de inteligencia de países del Cono Sur. Estaban el temible Manuel Contreras, jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) chilena, Jorge Casas y Jefe de Delegación por parte de Argentina, Carlos Mena, Mayor del Ejército y firmante por Bolivia, José A. Pons, Coronel del Ejército y representante por Uruguay y Benito Guanes, también Coronel en representación por Paraguay. Dicha reunión, denominada: “Conferencia Regional de Inteligencia Nacional” y apodada “Plan Cóndor”, y daba inicio a un sistema de cooperación de inteligencia para perseguir elementos subversivos y disidencia política en toda la región.

A partir de ese momento, se iniciaría una coordinación represiva en la cual se esfumarían las fronteras de los países de cara a perseguir ciudadanos sospechosos para los distintos regímenes. Se compartirían listados de personas con direcciones a perseguir y eliminar, se detendrían fuera de las fronteras de sus países si fuese necesario, y se pondrían en común toda la información que se fuese obteniendo de los detenidos. El objetivo sería aniquilar, asesinar, o hacer desaparecer cualquier signo de disidencia política dentro de la región. En este empeño, la DINA chilena y su servicio homólogo argentino, la SIDE, fueron la punta de lanza del Plan Cóndor.

El encuentro había sido auspiciado por Estados Unidos, quien, como veremos, hizo mucho más que fomentar una colaboración, sino que formó a los militares latinoamericanos en el uso del terror. Al fin de al cabo, era la forma de mantener alejado al marxismo de lo que Estados Unidos consideraba su “patio trasero”, es decir, toda Latinoamérica.

Cóndor nacía bajo la “Teoría de los dos demonios”, es decir, en el cual había una guerra de terror entre la izquierda y la derecha. Cuando lo cierto, es que los militares exageraron la amenaza de los opositores a los regímenes hasta el punto que cualquier persona podía ser considerado un peligroso terrorista, como fueron por ejemplo los asesinatos de sacerdotes católicos, homosexuales, transexuales, ateos, testigos de Jehová y cualquier otra minoría no aceptada. La realidad es que crearon un estado paralelo donde cualquier ciudadano podía ser secuestrado, desaparecido y asesinado sin causa judicial, ni registro oficial de ningún tipo. Realmente, se trataba del ejército en contra del pueblo. Durante el plan, los derechos humanos fueron violados de manera sistemática. No se trataba de excesos puntuales por parte de determinados militares, sino de una implicación total de los ejércitos en la desaparición de personas.

Durante muchos años, todo el plan fue sistemáticamente negado. Cuando un familiar de un detenido, que generalmente era secuestrado por policías vestido de paisano, iba a denunciar la desaparición, oficialmente se negaba todo conocimiento del asunto y de su paradero. Siempre era como si se los hubiese tragado la tierra. Ningún estamento oficial sabía nada, y en ningún sitio se encontraba registro de nada. Pero era evidente que algo estaba pasando… y durante muchos años, víctimas y familiares solo encontraron negación y silencio.

Los archivos del Terror

Sin embargo, en Diciembre de 1992 en la Población de Lambaré (Paraguay), gracias a los esfuerzos de un juez se puedo encontrar los denominados como “Archivos del Terror”. Una base de datos con todas las comunicaciones escritas entre autoridades policiales y militares de Paraguay con el resto de los países Cóndor (Argentina, Brasil, Chile y Uruguay).

Lógicamente la base de datos no es completa para todo Cóndor (solo tendría la parte paraguaya), pero muestra excepcionalmente bien como se operaba. Entre la documentación encontrada constan: Fichas de detenidos, informes confidenciales, declaraciones, controles a partidos políticos, grupos estudiantiles, sindicatos, etc. Conversaciones telefónicas, informes de vigilancia domiciliaria, llegando a registrar reuniones familiares o simples charlas de amigos, controles de salida y entradas de sospechoso del país, fotografías y notas de comunicación interna sobre operaciones. Asimismo, informes sobre intercambio y traslado de presos políticos. 

El archivo muestra hasta qué punto, las dictaduras militares conformaron un súper estado, al puro estilo del Gran Hermano de Orwell, donde cualquier persona que fuese percibida como no deseable podría desaparecer sin dejar rastro y ser eliminada.

El análisis del archivo, además de la documentación que contiene, permite establecer unos modos de proceder, unas tácticas que fueron sistemáticamente aplicadas en los estados y que, además habían sido diseñadas por Estados Unidos. Para entender todo el proceso, dividiremos la información en varios apartados: El funcionamiento del plan, los secuestros, las torturas, los asesinatos, los desaparecidos, la eliminación de cadáveres y el robo de bebés.

El funcionamiento

El plan Cóndor tenía tres fases: 1) Creación de una base de datos centralizada sobre los movimientos guerrilleros, partidos y grupos de izquierda, sindicalistas, religiosos, políticos liberales y supuestos enemigos. 2) Eliminación de los objetivos identificados en la fase 1 que se encontraban en la región, esto es, Sudamérica. 3) Extensión de la fase 2, a todo el mundo, donde se realizaron operativos fuera de la región para eliminar personas en otros países de América y en Europa.

Por tanto, en la primera fase de documentación de subversivos se realizó una puesta en común, aunque independientemente cada estado ya estaba involucrado en el asesinato de sus opositores. Por ejemplo Chile ya llevaba dos años matando gente cuando firmó Cóndor, la puesta en común les permitió identificar a chilenos huidos del régimen en otros países.

Todo empezaba con un secuestro (que no detección pues no había constancia). Militares o policías de paisano, cogían a alguien por la calle, o durante la noche o entraban en sus casas de madrugadas y los introducían en vehículos, los vendaban los ojos y las manos y los transportaban tendidos boca abajo hasta los denominados Centros Clandestinos de Detección (CCD). Estos centros, eran lugares secretos de tortura y exterminio. Podían tener la apariencia de una nave abandonada o un garaje, pero en realidad era verdaderas cárceles secretas, a veces incluso en la ciudad, a la vista de todos, debidamente insonorizadas y con medidas para que no se escuchase lo que pasaba dentro. En caso de que secuestradores no encontrasen a la víctima en su domicilio, se montaba una “ratonera”, es decir, un dispositivo en su propia casa para atrapar al sospechoso cuando volviese.

Sólo Buenos Aires, llego a tener 60 centros clandestinos de detección y llegó a haber hasta 610 en todo Argentina, que con el tiempo se estabilizaron en 364. Lugares como Automotores Orletti, o el Olimpo, un garaje por el que pasaron 700 detenidos y que sólo sobrevivieron 50. A veces los presos eran trasladados de unos centros a otros, de forma regular, lo que por ejemplo se llamó “el circuito Camps”, por el jefe de la Policía Federal de Argentina Ramón Juan Alberto Camps y que obligaba a ir moviendo a los presos por varios centros de Buenos Aires. En Chile hubo unos 1.168 centros de los cuales podemos destacar Villa Grimaldi o el centro Simón Bolívar (donde operaba la Brigada Lautaro) ambos en Santiago de Chile, donde no todos los centros eran de detección sino también de exterminio. Las salas de torturas eran apodadas, “quirófanos”.

El horror

Una vez que los detenidos estaban en los centros de detección, comenzaba el horror, es decir, las torturas. El uso de la tortura en las dictaduras militares de Cóndor había sido sistematizado por las enseñanzas de Estados Unidos. Para tal fin, los americanos tenían en Panamá la denominada “Escuela de las Américas”, que era un centro de formación al más alto nivel donde los militares sudamericanos invitados eran formados por norteamericanos en la guerra de guerrillas, las tácticas antisubversivas y la tortura. Todo estaba previamente pensado, aunque lógicamente, luego en cada centro se volvieron más o menos “creativos”.

La Escuela de las Américas era además de un centro de formación, lo era de promoción, hasta el punto que si un militar se había formado allí, tenía más posibilidades de ascenso y consideración en su carrera militar. Por ejemplo, el jefe de la DINA, Manuel Contreras había sido alumno de la Escuela. También, jefes de estado como Hugo Banzer (dictador de Bolivia), el General Roberto Eduardo Viola (promotor del golpe de estado en Argentina en 1976), etc. Aparte, la Escuela de las Américas y Cóndor tenían los objetivos de forzar acuerdos comerciales que obligasen a Sudamérica a comprar armas sólo a Estados Unidos.

Para la tortura, la CIA había desarrollado un manual denominado Kubark de 1963, donde se explicaba todo acerca de las diferentes técnicas recomendadas. El uso de la tortura, curiosamente no era tanto para sacar información a los presos, hecho que siempre se ha reconocido por los militares que no es el mejor método sino para amedrentar a la sociedad. La tortura persigue destruir al torturado moralmente ante sí mismo y ante sus familiares. Se conocen casos de mujeres obligadas a oír los gritos que emitían sus maridos en las salas contiguas de tortura. Para sacar información, los militares usaban mucho más el chantaje y la amenaza de asesinar a otros familiares detenidos, a mujeres embarazadas o a hijos.

Otras formas comunes de torturas, eran la electrocución en zonas sensibles del cuerpo, fundamentalmente encías, ano y genitales, también llamada “la parrilla”. Fractura de huesos y lesiones. Y otras atrocidades como la ingestión de excrementos, o se les forzaba a tener o presenciar actividades sexuales vejatorias. Obligación de presenciar torturas, lanzamiento al vacío con ojos vendados, extirpación de testículos, extracción de uñas, y en el caso de mujeres la violación. A veces las violaciones incluían animales, como perros entrenados especialmente o la introducción de ratones en la vagina. También los submarinos que eran formas de asfixia, una forma “húmeda” con agua y otra seca mediante bolsas de plástico.

 

Los asesinados y desaparecidos

Aunque muchas de las torturas descritas llevaban a la muerte y era por tanto asesinatos, lo cierto, es que en los centros se practicó también el exterminio. En todos aquellos regímenes que se han cometido asesinatos en masa, rápidamente la logística de la muerte se ha presentado como un problema. Las dictaduras del plan Cóndor no fueron una excepción, e intentaron diversas formas de ejecutar de forma rápida para librarse de los detenidos e ir a por más.

Está documentada en la dictadura chilena, como en algunos casos se procedió a las inyecciones de cianuro para acelerar la muerte durante los procesos de tortura. Sin embargo, este método no era sistematizable para una masa. También en Chile, llegó a existir los primeros años de la dictadura, el Proyecto Andrea que comprendía el uso de gas Sarín fabricado por la propia DINA como método de exterminio. El gas Sarín es un agente nervioso que actúa como un relajante muscular tan potente que la muerte sobreviene por asfixia debido a la incapacidad de funcionamiento de los músculos implicados en la respiración. Se sabe que Chile fabricó este gas de forma masiva aunque presentaba algunos problemas, por ejemplo como la intoxicación de los propios fabricantes del gas, como le ocurrió a Michael Townley, químico y responsable de la fabricación del gas para la DINA.

El problema de la logística del terror, consiste en qué hacer con los muertos. Las dictaduras reflexionaron sobre este problema y años después los principales autores de la represión acabaron explicando las soluciones adoptadas. En este sentido, el testimonio de Jorge Rafael Videla, dictador y presidente de Argentina, narrado al periodista José Ignacio López el 13 de diciembre de 1979, supone un documento de excepción para entender el pensamiento de los exterminadores: “Frente al desaparecido, en tanto esté como tal, es una incógnita el desaparecido. Si el hombre apareciera, bueno, tendrá un tratamiento X y si la aparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento, tiene un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está… Ni muerto ni vivo, está desaparecido.”

Entonces la solución pasaba, principalmente porque jamás apareciesen los muertos. Fuese cual fuese la manera, no deberían “estar en ningún sitio”. Más tarde el propio Videla se lo aclararía a la periodista María Seoane: “No, no se podía fusilar. Pongamos un número, pongamos cinco mil. La sociedad argentina, cambiante, traicionera, no se hubiere bancado los fusilamientos: ayer dos en Buenos Aires, hoy seis en Córdoba, mañana cuatro en Rosario, y así hasta cinco mil, 10 mil, 30 mil. No había otra manera. Había que desaparecerlos. Es lo que enseñaban los manuales de la represión en Argelia, en Vietnam. Estuvimos todos de acuerdo. ¿Dar a conocer dónde están los restos? Pero ¿qué es lo que podíamos señalar? ¿El mar, el Río de la Plata, el Riachuelo? Se pensó, en su momento, dar a conocer las listas. Pero luego se planteó: si se dan por muertos, enseguida vienen las preguntas que no se pueden responder: quién mató, dónde, cómo”.

Y así, fue como se creó la maléfica figura del desaparecido. Ni vivo ni muerto, categoría espectral que moraba en un mundo intermedio que no pertenecía a ningún sitio. Y así, en pos de la defensa contra el marxismo y los indeseables sociales, llego a ver miles de estos espectros desaparecidos en todo Latinoamérica. Solamente en archivos del terror de Paraguay, eran 30.000 las personas desaparecidas. Al menos otras 22.000 en Argentina según los propios militares, podrían ser muchas más. La reconstrucción de los hechos para todo Latinoamérica suma unas 90.000 personas, quizás otras tantas asesinadas y un número mayor de encarcelados.

La lista actual de desaparecidos, muchas veces se ha hecho más por reclamo de familiares que por datos de los gobiernos, se cree que pueden ser más y que serían desconocidos aquellos presos que no tuvieran familiares o que no se atreviesen a denunciar.

 

Eliminación de los cadáveres

Siguiendo la doctrina de los desaparecidos, o no-muertos, en el momento que una persona era detenida, pasaba a no existir, de tal forma que no debía de ser nunca encontrada tal y como enseñaban los manuales de contrainsurgencia de la CIA/ Escuela de los Américas. El requisito de no existir debería de cumplirse siempre, por tanto era importante, que si se encontraba un cuerpo, este no pudiese ser reconocido o identificado con posterioridad. Así que hubo prácticas de quemar los rostros de los asesinados, quitarles dientes de oro o cualquier otro signo distintivo. Chile llego a tener usar unos hornos crematorios, donde incinerar y meter en cal, tal fue el caso de los hornos de Lonquén. Dichos hornos fueron más tarde identificados y se convirtieron en un lugar donde iban familiares a poner flores, sabedores de que sus parientes descansaban allí. Por tanto, se puso en marcha la operación “retiro de televisores”, que consistió en la exhumación de restos de asesinados por todo Chile para hacerlos desaparecer definitivamente.

El modus operandi, tras hacer irreconocibles a los desaparecidos, era liberarse de ellos para siempre y en ningún sitio, la solución ideal adoptada fueron los vuelos de la muerte, es decir, lanzar a los desaparecidos vivos al mar para que “la niebla de ninguna parte” se los tragase.

La palabra en código para designar los vuelos de la muerte era “traslado”. Puesto que los desaparecidos estaban acostumbrados a ser cambiados de centro (recordemos el circuito Camps), cuando les decían que iban a ser trasladados no oponían una especial resistencia al pensar que sólo iban a cambiar de centro. Algunos centros de detención, estaban próximos, en las inmediaciones de algunos aeropuertos para agilizar los traslados, con el caso de Quinta Funés o el Campito, ambos argentinos.

Generalmente, y especialmente en Argentina, los detenidos eran drogados con pentotal sódico, un barbitúrico de rápida acción que se les suministraba bajo el pretexto de ponerles una vacuna y que hacía que no ofreciesen resistencia durante el vuelo y que les restase fuerzas para ahogarse en el mar. Además se les arrojaba desnudos para que no pudiesen ser identificados por la ropa.

El sistema funcionó aparentemente bien, puesto que al convertir el mar en una tumba abierta, jamás podría realizarse una exhumación o una investigación como en tierra. Aunque con el tiempo, algunos cadáveres pudieron verse flotando en las aguas cercanas a las costas argentinas y uruguayas. En Chile los ataban a raíles de tren para que se hundieran.

Así, que con los vuelos de la muerte se resolvían dos fases simultáneamente, se usaban como arma de exterminio y como eliminación de cadáveres simultáneamente. Y al ser desaparecidos, habrá todavía restos de miles de personas en el mar que no han sido declarados muertos al no haber encontrado los cuerpos.

El robo de bebés

El plan de secuestros sistemáticos y desapariciones forzosas, tenía otra cara que terminaba de robar toda la dignidad posible a los detenidos. Otra práctica que se sistematizó en el terrorismo de estado fue la apropiación de bebés. La asociación de las Madres de la Plaza de Mayo en Buenos Aires, estima que durante la dictadura militar se robaron al menos 500 bebés. La mayor parte de ellas, provenían de detenidas que estaban en estado de gestación.

Las embarazadas tenían un doble valor táctico para los militares, por un lado eran usados como arma de chantaje, por la vulnerabilidad del feto y el efecto psicológico de posibles amenazas y por otro lado, porque se realizó un tráfico con los bebes robados a las detenidas. En muchos casos, las detenidas en cinta, eran mantenidas con vida hasta que daban a luz. En algunos centros de detección existían instalaciones de maternidad clandestinas con instrumental y personal médico bajo mando militar para tratar los partos. Posteriormente los bebés eran retirados de sus madres y ya nunca los volvían a ver. Las madres serían más tarde ejecutadas y los neonatos serían entregados a familias del régimen junto a documentación con una identidad falsa para el bebé creada a tal efecto. Así que se borraba todo vínculo entre la madre y el recién nacido, para el cual su nueva identidad falsa, le separaba de su origen real.

A pesar de que las mujeres embarazadas recibían un trato diferente, existen casos documentados de mujeres que fueron torturadas a pesar de estar embarazadas.

 

El final de Cóndor y la actualidad

A finales de los años 80 van cayendo una a una las dictaduras sudamericanas. En parte por deseo de Estados Unidos que a partir de entonces optó por otras formas de dominación económica y comercial. Por otra parte, las dictaduras, como se estudia en ciencias políticas, tiene mayores problemas de estabilidad que las democracias (por injustas que estas sean). El plan Cóndor y la represión militar, originaron una serie de turbulencias sociales que fueron poco a poco venciendo en legitimidad a las dictaduras, como por ejemplo las asociaciones por los desaparecidos como la asociación de las Madres de la Plaza de Mayo que comenzaron a reunirse en un momento tan temprano de la dictadura como el 30 de abril de 1976 y que nunca cesarían su actividad y que fueron quienes plantaron una oposición más visible al régimen.

Sin embargo, el fin de las dictaduras y del entramado Cóndor, no supuso realmente un cambio de régimen sino más bien un cambio en la política exterior norteamericana para Sudamérica. Diversos investigadores coinciden en que las transiciones a las democracias fueron tuteladas en el sentido que en muchos casos, los servicios de inteligencia que realizaron los planes de exterminio continuaron siendo los mismos en democracia, como el SIDE argentino. En el caso chileno, la primero DINA rebautizada como CNI, cambió de nombre democracia, pero en ambos casos hubo amnistías (Carlos Menem en Argentina y Ley de 1978 del propio Pinochet) y los represores continuaron en el poder mediantes pactos de silencio. Costó bastantes años y que se fuesen asentando las democracias que se llevase a los militares a los tribunales.

En la actualidad, el plan Cóndor, tras el derrumbe de la unión soviética y la caída del muro de Berlín, dejó de tener técnicamente sentido. Lo cual no significa que los estados no sigan teniendo “cloacas” y que no se siga ocupando de las disidencias que se consideran incómodas. La diferencia está en que los métodos se han sofisticados, son más publicitarios y propagandísticos. El terrorismo de estado, al menos si ocurre en el propio territorio, como se comprobó con el caso GAL en España, acabó generando más problemas que soluciones. Esta misma consideración estuvo muy presente en Latinoamérica, la cual probó, que el terrorismo de estado era una fábrica de hacer subversivos. En la actualidad, los métodos persisten, pero son mucho más refinados, sutiles, quirúrgicos y selectivos.

¿Lo sabías?

Al secretario de Defensa norteamericano, Henry Kissinger, le preocupaba que Cóndor no fuese todo discreto que debería ser así que hizo una ronda por las diferentes dictaduras del cono sur. Les dio carta blanca aunque debían mantener las formas, literalmente les dijo: “Ahora tengo que dar un discurso sobre los derechos humanos pero sois libres de hacer lo que queráis”.

Operación Cóndor en la gran pantalla

 

El profundo sufrimiento social que provocó la operación Cóndor en toda Latinoamérica ha inspirado numerosas obras filmográficas. Quizás el cine sea la mejor forma de entender realmente que pasó en aquellos años de plomo. Entre las obras destacadas de esta temática podemos encontrar creaciones como: “Desaparecido” del genial director Costa Gavras, sobre el caso real de Charles Horman. Imprescindible del documental “El mocito”, del testimonio de Jorgelino Vargas sobre su trabajo en la casa de exterminio de la DINA “Simón Bolívar”. También el libro “El vuelo” de Horario Verbitsky con el testimonio del ex militar argentino Adolfo Scilingo condenado por delitos de lesa humanidad por los vuelos de la muerte y la novela “Los años robados”, del brasileño Edgard Telles Ribeiro, sobre los entresijos del poder de las dictaduras latinoamericanas y sus operaciones de muerte. Igualmente muy recomendable “Crónica de una fuga” de la fuga real de un centro de detección.

 Quizás el metraje más brutal y crudo lo representa “Garaje Olimpo” sobre el funcionamiento del centro clandestino de detección “Olimpo” de Buenos Aires. “Operación México, un pacto de amor”, una historia construida sobre testimonios de guerrilleros contra las dictaduras. “La noche de los lápices” sobre la desaparición de estudiantes entre 16 y 19 años que fueron torturados antes de ser asesinados en Argentina. “La historia oficial” sobre el robo de bebés en Argentina. U “Olvidados” la primera película boliviana sobre Cóndor. Todas ellas y muchas otras, importantes piezas para entender una época especialmente difícil y dolorosa.

La doctrina nazi de las desapariciones forzadas en la operación Cóndor

 

Aunque Alemania perdió la segunda guerra mundial, lo cierto es que mucha de sus doctrinas y en especial sus tácticas fueron rescatadas y empleadas por Estados Unidos en la operación Cóndor a través de la Escuela de las Américas que fue el gran manual de Cóndor.

El sistema de desapariciones forzadas, fue desarrollado como doctrina por primera vez por el nazismo. Se legisló en un decreto el 7 de diciembre de 1941, llamado Decreto Nach un Nebel (noche y niebla) firmado por el mariscal Wilhelm Keitel. Bajo ciertas circunstancias, los opositores podían ser detenidos durante “la noche y la niebla” y ser secretamente transportados a Alemania sin que constase otro registro que el hecho de detención. El modus operandi establecía que no se debía de dejar ningún tipo de rastro y que no se debía difundir ninguna información acerca del destino del detenido. En Latinoamérica se implementó y mejoró esta estrategia.

La doctrina sostenía que: “Una intimidación efectiva y duradera solo se logra por penas de muerte o por medidas que mantengan a los familiares y a la población en la incertidumbre sobre la suerte del reo y por la misma razón, la entrega del cuerpo para su entierro en su lugar de origen, no es aconsejable, porque el lugar del entierro podrá ser utilizado para manifestaciones… “. El decreto Noche y Niebla puedo ser enteramente reconstruido por los testimonios expuestos durante los juicios de Núremberg al terminar la segunda guerra mundial. La extensión de este procedimiento, llevó también a los vuelos de la muerte, para los militares, los desaparecidos iban “a la niebla de ninguna parte”.