De la ciudadanía social a la neoliberal:

comparativa del concepto en dos polos ideológicos

Por Miguel Ángel Ruiz

INTRODUCCIÓN

En las últimas décadas y especialmente después de la crisis de 2007, hemos sido testigos de lo que muchos han denominado “el desmantelamiento del estado del bienestar”, proceso que, sin embargo no es nuevo, y comenzó en la década de los 70. Resulta evidente, pues, que nos hayamos inmersos en un cambio de modelo. El presente texto aspira a hacer un análisis de las transformaciones que implica ese cambio. En este ensayo, la centralidad del análisis la recoge el concepto de ciudadanía, que en ambos modelos, tiene unos fundamentos teóricos y unas concepciones particulares que definen el concepto de estado (social o neoliberal), las relaciones del ciudadano con el estado, su papel visto en clave de deberes y derechos y la visión que cada modelo de estado le asigna al ciudadano.

Vamos a circunscribir el análisis de ese cambio de modelo de ciudadano y sus relaciones con el estado, al proceso vivido en el Reino Unido entre 1945 y 1990, comenzando con el gobierno laborista de Clement Attlee (1945-1951) y su instauración del estado del bienestar (Welfare State) apoyado en los análisis de los informes Bedveridge y concluyendo en el año 1990 con la finalización del gobierno de Margaret Thatcher (1975-1990) que bien pueden considerarse paradigmático como fin del cambio de modelo. Tal, es el periodo descrito en el documental del Ken Loach “El espíritu del 45” en que nos basaremos.

EL ESTADO SOCIAL

Debemos buscar el fundamento teórico del estado social implementado por el gobierno laborista de Attlee en los informes Bedveridge, ambos previos a la llegada al poder del laborismo. El primer informe que versa sobre la construcción de la seguridad social en el Reino Unido, en su tercer principio, hace toda una declaración de intenciones del proyecto: “La seguridad social debe ser conseguida mediante cooperación entre el estado y el individuo. El estado debe ofrecer la seguridad a los servicios y a la contribución (del estado social)” (Bedveridge, 1942).  El segundo informe “Pleno empleo en una sociedad libre” (Bedveridge, 1944) termina de perfilar el estado del bienestar británico con clara convergencia a las ideas de John Maynard Keynes y construyendo así, un concepto de ciudadanía propuesto por Marshall (1949), garantizando derechos civiles, políticos y sociales. Attlee se encargó de llevar a la llevar a la práctica todos los fundamentos teóricos mencionados con la creación de la seguridad social y la nacionalización de sectores estratégicos de la economía.

La idea básica del estado del bienestar laborista, era que el estado debía de cuidar de sus ciudadanos, proporcionándoles unos mínimos de protección social. La idea era no tanto acabar con la desigualdad (como reconoce Marshall por otra parte), sino asegurar un nivel de vida mínimo por debajo del cual nadie debe caer. Las características de la ciudadanía buscada estaba en construir un estado que ofreciera libertad, igualdad, justicia y solidaridad. Pero esos objetivos, en su realización, presentaban ciertas complicaciones que con el tiempo llevarían al estado del bienestar a una crisis (Novak, 1998).

Parece sintomático de las debilidades del modelo que, por ejemplo, Marshall no estableciera unos deberes para los ciudadanos (Turner, 2001), aunque fundamentalmente sí los tenían, como establece Turner, en la triple visión de ciudadano trabajador, soldado y padre; lo cierto es que las principales críticas al estado social vienen del efecto nocivos del proteccionismo. Así, el concepto de estado protector, por otra parte, con resultados probadamente positivos en los años posteriores a 1945, concluyeron en una crisis de modelo, pasando a levantar críticas acerca del “papá estado” que cobija y que se percibió posteriormente como poco eficiente y demasiado burocrático, hechos que irían preparando el terreno para el cambio al modelo neoliberal y que el gobierno de Thatcher supo hacer visible y denunciar.

Por otra parte, la visión del estado garante de derechos tuvo repercusión sobre otro factor que se asumía en el modelo de estado social y era el asociacionismo ciudadano. La realidad social británica, al acabar la guerra (y aún antes) era que los ciudadanos tenían unos niveles altos de pertenencia a grupos, organizaciones, asociaciones. Es curioso, como durante toda la segunda mitad del siglo XX, la filiación de sindicatos fue sufriendo una caída lenta pero constante, adentrándose en otro de los polos que posteriormente constituiría una base de estado neoliberal, el individualismo (Ibíd.).

El modelo de estado social que puede ser considerado como «una forma de organización institucional basada en el compromiso público con el pleno empleo, la política económica anticíclica, la existencia de sistemas más o menos amplios de provisión universal de ciertos bienes, servicios y transferencias y las políticas redistributivas en pos de la reducción de la desigualdad económica y social» (Estruch, 1996). Tuvo inicialmente una gran acogida, y constituyó un proyecto muy ilusionante para las mayorías empobrecidas tras la guerra, que por otro lado, debido al carácter colectivista de la sociedad de la época colaboraron más o menos activamente en el incipiente estado del bienestar.

Sin embargo, la maduración del modelo, en mi opinión, enfermó de éxito, en especial porque una vez superada unas condiciones mínimas de riqueza, y construida ya una clase media fuerte, las tensiones sociales que cohesionaban el modelo se fueron subsumiendo en una sociedad menos activa, más dependiente del estado, menos interesada en política y más acomodaticia.

Una vez que la educación garantizada se da por sentada, la seguridad social funciona razonablemente bien y en definitiva se disfruta de un marco de derechos que se da por descontado, el modelo que era atractivo por la experiencia cercana de la pobreza de postguerra entra en crisis de motivaciones.

La relación, del ciudadano con el estado social, que había puesto más énfasis en derechos que en deberes, crea a su vez una realidad psicológica como hijos de un estado, donde la responsabilidad recae más en el estado que en el ciudadano. En este punto, derechos como el subsidio del paro, entran en conflicto directo con la lógica de competencia y mercados del capitalismo redibujando un cambio de modelo.

En realidad, no sólo la irrupción del conflicto interno en materia económica del modelo (que además se volvió crítico con la crisis del petróleo de 1973) provocó el declive del estado social, sino que los otros tres elementos definidos por Turner sufrieron una paulatina transformación que redibujó el concepto de ciudadanía social. Así, el ciudadano guerrero, dejó de tener sentido en un entorno donde la guerra no fue más una realidad que necesitase movilizar ciudadanos. Los procesos de profesionalización del ejército parece consecuencia que las amenazas militares disminuyeron drásticamente al dibujarse la paz en Europa.

El otro rasgo de ciudadanía reproductiva, se vio redefinido por los flujos migratorios al Reino Unido (y a toda Europa), que a su vez incidieron en que la capacidad del sistema de ofrecer pleno empleo se vio comprometida pasando a tener que convivir con un escenario de paro estructural que se convirtió en una reclamación ciudadana pero que cambió la relación ciudadano-estado. En ese sentido, también el ciudadano trabajador no era ya un pilar de la realidad social tanto en cuanto el estado no tenía manera de ofrecer pleno empleo.

 

EL ESTADO NEOLIBERAL

Si el estado social se basaba en una economía cerrada, y por tanto, menos competitiva, el nuevo estado neoliberal abandera la libertad del mercado como característica fundamental. En este sentido, el estado social se transforma en una economía de mercado, donde el mismo estado también compite.

El estado neoliberal, constituye un importante cambio de cultura política. Más que un cambio de estado, es un cambio de cultura política que van a dar nueva forma a los diferentes ámbitos de la vida social (Ortiz, 2014).

Si el estado social era “paternalista”, y en la metáfora se alude al ciudadano como un niño. El modelo neoliberal parece cambiar el foco, a la autonomía (y por tanto madurez) del ciudadano. En este sentido, el estado, y siguiendo con la metáfora de la familia, parece que echa del nido al ciudadano que deja de recibir protección del estado. Ahora, el trabajo deja de estar garantizado, y se impone la lógica de mercado en el mundo laboral, llegándose así, de manera lógica a hablar de “mercado de trabajo”, donde siguiendo la doctrina de Milton Friedman, el estado deja de pretender pleno empleo y es el ciudadano (ahora individuo), el que compite por un puesto de trabajo donde se negocia con la demanda y oferta de empleo.

Decíamos que el neoliberalismo, se proyecta como un modelo cultural que lo modifica todo. De esta manera, la doctrina neoliberal, deja de ser una economía cerrada, para privatizar los sectores estratégicos de la nación y los ajusta a la lógica del mercado, donde la competencia asegura la supervivencia del más fuerte o el más apto.

El modelo de las relaciones del ciudadano-individuo con el estado, pasa a definirse más en forma de agentes económicos. Por ejemplo, en post de la desregulación y fomento de la actividad económica se van a privatizar sectores clave como salud o educación, antes derechos garantizados por el estado. Así, “se razona que el enorme gasto que implica la garantía de los derechos sociales es perjudicial para el libre mercado” (Ibíd.) Donde lógicamente, el foco de protección estatal cambia del ciudadano al capital.

Por supuesto que el modelo neoliberal va a ofrecer derechos, pero estos ofrecen sólo un marco de seguridad que son fundamentalmente, derechos civiles y políticos: de credo, de opinión, de libertad de expresión, de derecho a la propiedad, etc. Una característica llamativa de estos derechos, es que el estado en vez de garantizarlos, debe respetarlos, formulando así, derechos en negativo, es decir. El estado no da, pero no puede quitar. Lo cual es quizás una buena síntesis del papel que el neoliberalismo tenga para el estado.

En este nuevo marco, el ciudadano deja de ser la expresión fundamental de los derechos garantizados del estado y aparecen en escena y cobran importancia unos “derechos” (o mejor protecciones) que van más orientados al capital que a la ciudadanía. Por ejemplo, la seguridad y protección de inversiones, o la libertad del capital que en este momento empieza a globalizarse. Así, se da la curiosidad de que el capital tiene mayor movilidad que la ciudadanía.

Si el gobierno laborista de 1945 había nacionalizado minas, ferrocarriles, siderurgia y  electricidad, con el modelo neoliberal, estos sectores vuelven a manos privadas. Pero, lo importante, no es sólo que los ceda, sino que ha de cuidar de los derechos de las empresas que toman control de esos sectores, las cuales va entrando en un marco que pueden demandar al estado si sus derechos de competencia económica no se ven respetados.

Estos cambios, hacen que el cambio de modelo implique un cambio de rol para el ciudadano particularmente (Ibíd.). Aunque también para el estado, la sociedad y el mercado. El ciudadano neoliberal, debe por tanto adaptarse al ideal que el modelo teórico ha escogido para él.

Por ejemplo, se difumina la concepción más clásica y basada en el estado de que la ciudadanía se derive de identidades comunes basadas en criterios como origen étnico o religión. En este sentido, la “liberalización”, si se me permite la metáfora, es total, y el concepto de ciudadanía se vuelve menos excluyente, siendo más formal o jurídica (ciudadanía como condición legal). Sin duda, la presión ejercida por la inmigración tuvo una gran influencia en este hecho.

Hecho que concuerda con el adelgazamiento del estado liberal, que por otra parte, propone un férreo control del gasto social y la desprotección social, forzando así, a que se creen nuevas formas solidaridad y caridad por medio, generalmente, de vinculaciones ciudadanas no estatales: las ONG. El objetivo de “justicia social” se ve sustituido por el de ofrecer un mercado libre, basándose en el axioma de que “el mercado repartirá riqueza de forma justa de acuerdo de las habilidades que posea cada persona” (Hayek, 1989).

Este punto, creo que la redefinición de los derechos en el estado laboral me lleva inexorablemente, a la reflexión de que ambos modelos, social y neoliberal, son en realidad constructos teóricos, que tienen una definición que puede ser funcionar más como un credo doctrinal que como una realidad empírica. Tal y como dice Jorge Benedicto, no hay que confundir el plano prescriptivo con la realidad social. De hecho, una gran parte de las críticas al neoliberalismo residen en su uso doctrinal del papel de autorregulación atribuido a los mercados que resulta ser falaz (según Stigliz, Krugman y otros).

En este sentido, creo que no existe una ciudadanía “perfecta” en cuanto a los fundamentos de un polo y otro, pero sí notables diferencias que espero haber descrito y evidenciado con éxito en el texto. Por otra parte, el concepto de ciudadanía, es dinámico y está en constante evolución y revisión y sigue configurándose en el presente adquiriendo nuevas características.

Hay por otra parte, una impresión mía, quizás muy personal, y quizás académicamente errónea, y es la impresión de que en cierto sentido, la ciudadanía neoliberal es un conjunto vacío. Es cierto el estado neoliberal proporcionan unos derechos civiles y políticos, sin embargo, tengo la tentación personal de considerarlos no como derechos sino como necesidades de los mercados al ser el ciudadano a la vez, un recurso humano contratable a disposición de las empresas.

Otro marco de análisis, y que considero particularmente interesante, pero que entiendo que ciertamente no es formal, es el ofrecido por Lakoff (2007) en cuanto a los modelos de marcos cognitivos usados por los demócratas y republicanos en la política estadounidense. En este sentido, el estado neoliberal funcionaría con el modelo del “padre estricto” y el estado social sería el modelo de “padre protector”. Entiendo que no se puede derivar del uso de marcos cognitivos un estudio formal de los modelos de ciudadanía social / neoliberal. Sin embargo, ofrece potentes caracterizaciones descriptivas de las narrativas y conceptos que suscita cada tipo de ciudadanía. Aunque en último término, la ciudadanía en sí, es inasible, los seres humanos funcionamos con marcos conceptuales y por lo tanto, el análisis de padre protector / estricto se revela enriquecedor y fundamental para asimilar la ciudadanía como concepto.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Bedveridge, William (1942): Social Insurance and Allied Services.

Bedveridge, William (1944): Full Employment in a Free Society

Estruch, Alejandro (1996): Ciudadanía, libertad y pluralismo: hacía una definición del Estado de bienestar. Caja de Asturias, D.L.

Hayek, Friedrich von (1989): “El atavismo de la justicia social”, Revista de Estudios Públicos, núm. 36, pp. 181-193.

Lakoff, George(2007): No pienses en un elefante. UCM. Editorial Complutense.

Loach, Ken (2013): El espíritu del 45. Fly Film Company / Sixteen Films / Film4.

Marshall, Thomas Humphrey (1949): Ciudadanía y Clase Social.

Novak, Michael (1998): La crisis de la socialdemocracia. Is There a Third Way? Essays on the Changing Direction of Socialist Thought. Choice in Welfare Nº 46, Londres, The IEA Health and Welfare Unit.

Turner, Bryan S. (2001): The erosion of citizenship. The British Journal of Sociology. Volume 52, Issue 2, pages 189–209, June 2001

Ortiz Gómez, María Guadalupe (2014): El perfil del ciudadano neoliberal: la ciudadanía de la autogestión neoliberal. Sociológica, año 29, número 83, pp. 165-200.