Psicología de la Conspiración

Por Miguel Ángel Ruiz

“La propia palabra secreto es repugnante en una sociedad libre y abierta […] Es un sistema que ha usado vastos recursos humanos y materiales para construir una maquina eficaz estrechamente tejida que combina operaciones militares, diplomáticas, de inteligencia, económicas, científicas y políticas. Sus preparativos son ocultos, no se publican. Sus errores son enterrados no salen en los periódicos. Sus disidentes son silenciados, no elogiados. No se cuestionan los gastos, no se publican los rumores, no se revelan los secretos.

(“El presidente y la prensa”, discurso de Kennedy ante la “American Newspapers Publishers Association”. Nueva York, 27 de abril de 1961)

¿Qué es una conspiración? ¿Existen?

Es innegable que las conspiraciones están de moda. Es difícil no toparse con alguna en internet y por lo general captan la atención de muchísima gente. Cabría preguntarse, ¿por qué están tan de moda? ¿Qué es lo que nos atrae de ellas? Comencemos aventurando una definición: Dícese de la acción o conjunto de acciones realizadas por varias personas con ánimo de unirse contra su superior o soberano, de arrebatar el poder a otro grupo, o de hacer algo con intención de causar perjuicio o daño a alguien que está en una posición consolidada. Como tales, las podemos tomar como una realidad. Aparecen descritas en disciplinas como la historia o el derecho penal. En este último se menciona: «La conspiración existe cuando dos o más personas se conciertan para la ejecución de un delito y resuelven ejecutarlo». (Art 17.1 del código penal). Muy próximo se encuentra el concepto de complot: “es una conspiración política o acuerdo secreto entre varias personas, con el fin de deponer al poder establecido, o sea destinado al derrocamiento de un gobierno o cualquier otro tipo de poder.”

Hasta cierto punto podríamos decir que una conspiración es un hecho probado, ya sea por historiadores a través de documentos, o por el juez a través de una sentencia. Ahora bien, lo que causa furor en internet no son las conspiraciones, sino las teorías conspirativas, diferentes y mucho más especulativas. Especialmente su investigación y, cómo no, su divulgación. Opino que, en general, en internet se difumina la diferencia entre conspiración y teorías de la conspiración, confundiéndose ambos conceptos incluso para los escépticos a estas teorías. Puesto que en general se tiende a confundir los términos y se tratan como un todo, usaremos el término conspiración en todo el artículo, porque así es como suele percibirse. El termino conspiración o mejor incluso “conspiranoico” tiene una gran carga peyorativa. Algunos estudiosos prefieren los términos de política profunda[i], parapolítica o política oculta, para referirse a estas cuestiones sin tener que usar el manido término de conspiraciones y evitar así etiquetarse en lo que piensan un género delirante. La razón para estudiar seriamente este campo es obvia: ya que la información es poder, la conspiración y, más específicamente, el encubrimiento, tiene un claro uso político.

¿Por qué creemos en conspiraciones?

Desde muchos puntos de vista, las conspiraciones son altamente atractivas. Centrémonos en la aproximación desde la psicología. Parece que la propensión a creer en conspiraciones está muy relacionada con la psicología del individuo. Por ejemplo, un estudio[ii] de la universidad de Winchester demostró que aquellas personas que puntuaban más alto en los ítems de curiosidad intelectual e imaginación activa eran más propensas a apoyar explicaciones alternativas para los ataques del 11-S.

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Nicolás Maquiavelo (1469-1527).

Una investigación realizada por dos psicólogos de la Universidad de Kent,Karen Douglas y Robbie Sutton, muestra que la predisposición de la gente a creer en conspiraciones tiene una relación directa con su “maquiavelismo”[iii]. Es decir, la creencia en conspiraciones es una proyección psicológica del individuo. Otro estudio muestra que la gente es más propensa a creer en conspiraciones si los elementos involucrados en esta son de “altas esferas”: Reyes, presidentes, príncipes y princesas, etc. Curiosamente, conspiraciones similares perpetradas por personajes de rango inferior no despiertan la desconfianza “conspiranoide” de la gente con la misma intensidad.

Otro aspecto muy interesante investigado en Kent, es que existe una cierta tendencia a creer en teorías conspirativas que son mutuamente excluyentes entre sí[iv]. Por ejemplo, se pueden encontrar personas que opinen que nunca hemos estado en la Luna y que al mismo tiempo no vean con malos ojos que la humanidad ha derribado estructuras extraterrestres en nuestro satélite. Mi interpretación personal a este fenómeno es que en realidad se realiza muy poco análisis sobre las teorías de conspiración, porque se las utiliza como distracción y entretenimiento y no como un modo de entender el “funcionamiento” del mundo. En realidad, las conspiraciones son populares porque provocan emociones: asombro, confusión, fascinación, intriga, etc. Y estas emociones pueden llegar a ser muy adictivas. Una “buena” conspiración, da la vuelta a la visión lógica del mundo. Por ejemplo, si yo digo: “Los padres no existen. Son una conspiración de los reyes magos”. Esta frase altera totalmente el orden conocido, exige una cantidad inicial de energía para resolver los elementos lógicos que encierra. Es como una paradoja. Esta resolución de la paradoja (sea aparente o no) es la que provoca las emociones anteriormente mencionadas, y como digo, ahí radica su atractivo.

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1984, George Orwell.

Otro efecto curioso del público en general, es su actitud ante la forma en que la información se presenta. Hace algún tiempo comentaba con un conocido periodista del misterio (y él estaba de acuerdo conmigo) en que si se publica un trabajo de periodismo de investigación de conspiraciones muy documentado y con toda la información bien expuesta, la gente tiende un poco a encogerse de hombros y a dejar pasar el contenido. Digamos que adoptan una actitud un tanto neutra o pasiva. Sin embargo si la misma información viene novelada o fabulada, presentada como una trama donde se deje a  la imaginación del lector cuánto puede haber de cierto en el libro, la gente adopta una postura mucho más activa, más entusiasta, comenta mucho más, e incluso tiende más a dar la razón a lo que sugiere esa publicación. Yo hasta he llegado a cuestionarme si los reptilianos de David Icke no son un subterfugio para dar a conocer las miserias del poder mundial, y en el fondo, el bueno de Icke, no cree en extraterrestres infiltrados… Lo crea o no, hay una verdad incuestionable: el tema reptiliano tiene un marketing excelente. Y eso debería ser motivo de reflexión. De hecho, las dos grandes obras “épicas” de la conspiración, “1984” y “Un mundo feliz” de George Orwell y Aldous Huxley respectivamente, jamás habrían tenido un tan notable éxito si no hubieran sido ficción.

En la corta y discreta carrera como “teórico de las conspiraciones” desde que empecé  mi sección de Conspiraciones en el programa de radio “Dimensión Límite” en Enero de 2010 me he dado cuenta de un hecho muy curioso: no todas las conspiraciones tienen éxito y gustan al público. Lo curioso es, que las que sí gustan, comparten una estructura y rasgos comunes que las hace diferentes, en cierto modo. Yo veo un paralelismo entre las conspiraciones “populares” y los cuentos infantiles, los rumores o las leyendas urbanas. Mi hipótesis es que aquellas conspiraciones populares son una forma moderna de folklore.

Conspiraciones cómo folklore moderno

Aquel conjunto de conspiraciones que se presta a su estudio como folklore (que no son todas) presenta una serie de características compartidas con, por ejemplo, los cuentos infantiles: no requieren una gran cantidad de información para describir su trama, no contienen elementos  complejos en su trama, las relaciones causa efecto son inmediatas y asimilables. Es una trama “maniquea” (los buenos son muy buenos y los malos muy malos). Involucra, por lo general, elementos grandiosos: reyes, princesas y dragones. Puede haber otros elementos pero estos son los básicos. Ejemplo de conspiración que cumple todo esto: Una raza alienígena reptil suplanta a las personas más importantes del mundo para dominarnos a todos y nosotros somos sus esclavos.

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Obama según los seguidores de David Icke,

Lógicamente, este cuadro es un marco mínimo. Pueden ser más o menos elaboradas dependiendo del caso, siempre dentro de un  cierto límite, pueden carecer de algún elemento concreto, etc. Que las conspiraciones admitan un estudio desde el folklore no significa, per se, que toda la información que venga contenida en ellos sea falsa necesariamente. Significa que se amolda a los patrones de leyenda y que es óptima para su difusión oral.

Puede haber conspiraciones que sean presentadas de una manera suficientemente sencilla y con una estructura como la descrita, que puedan tener éxito y difundirse a pesar de que los hechos “de facto” que narran sean ciertos.  En definitiva, tanto la estructura de la conspiración presentada como elemento de difusión oral, como las emociones que provoca, en especial a un público no muy crítico, explica, desde mi punto de vista, la difusión de conspiraciones tal y como la vemos en internet. Ahora bien, que las conspiraciones se comporten como leyendas urbanas, no las hace falsas o irreales per se. Y como veremos más adelante, calificar de absurda o no una conspiración es algo más complejo de lo que inicialmente pusiera pensarse.

Conspiraciones serias: entre la realidad y la ficción.

No todas las conspiraciones comparten las estructuras anteriores. Existen otras, que pueden formar parte de la historia, el derecho, la política, etc. y son generalmente mucho más complejas. También pueden llegar a ser populares, pero están generalmente enfocadas a otro tipo de público. De hecho quien piense que la problemática de las conspiraciones se limita a entender como la gente puede llegar a creer cosas aparentemente irracionales, fracasa completamente en su intento de entender el fenómeno. Lo cierto es que las conspiraciones “serias” encierran una problemática mucho mayor. La conspiración seria, tanto en su investigación documental como en su divulgación, se enfrenta al problema fundamental de la credibilidad: ¿es cierta esta información que recibo? Aunque a priori pueda pensarse que saber discernir la realidad de la ficción es tarea sencilla, la verdad es que no lo es en absoluto. El hecho de considerar cierta o falsa una información, y catalogarla de idea delirante o de realidad, tiene mucho que ver con el nivel de conocimiento del individuo acerca del funcionamiento del mundo, la sociedad, la política o la historia, etc.

En la actualidad, la sociedad en la que vivimos ha llegado a unos niveles tales de complejidad, que me atrevo a afirmar que la mayoría de la población no comprende enteramente la sociedad en la que vive. Esa incomprensión es clave para la forma  en cómo se enfrente a las “conspiraciones” de las que tenga noticia. Por ejemplo, que durante años el gobierno de EEUU haya realizado decenas de programas bajo el nombre de MK-ULTRA con el propósito de lograr el control mental en humanos, es una información que puede ser conocida por algunas personas, pero puede parecer delirante y absurda a amplios sectores de la población. Es cuestión de estar informado. Pero es esta información propia la que crea nuestra realidad al margen de cómo sea realmente el mundo. Otros ejemplos de realidades probadas e ignoradas pueden ser los golpes de estado financiados por otros países, la incorporación del flúor de manera discreta al agua potable en muchos lugares del planeta, la existencia de una balsa de basura inmensa en el Pacifico, el espionaje masivo por medio de Echelon / Sitel o las decenas de experimentos en cobayas humana sin conocimientos de estos. De hecho, es realmente curiosa la actitud que la gente adopta al conocer una conspiración nueva. Generalmente se mueve en un amplio espectro (muy fluctuante) entre “¿Estás loco?, ¿de verdad te crees esas cosas?” a “Si eso ya se sabe, cuéntanos algo que no sepamos”.

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Foto de un experimento del programa MK Ultra de control mental.

Como ya dijimos, hay una predisposición mental a aceptar conspiraciones que varía para cada persona. Es bastante común que se tilde de locas o delirantes esas ideas sin un análisis crítico, en un intento de mantener sus estructuras mentales. Esta desacreditación (que posiblemente sea la fuente del término “conspiranoico”), es en realidad un sistema de defensa ante cambios externos. En el extremo opuesto de la credibilidad absoluta de conspiraciones absurdas está la “conspirafobia”, una actitud de negación muy cercana al pseudoescepticismo.

La sensibilización a las conspiraciones

Como es lógico, dentro de este espectro de credulidad frente a conspiraciones, encontramos una franja de gente que es crítica y que practica un sano escepticismo. Entre este tipo de personas, se produce por lo general otro hecho notable, y es la sensibilización a las conspiraciones. Esta sensibilización se puede producir en una persona que, inicialmente ignorante de mucha información, con el tiempo va a aceptando y creyendo aquello que le parece razonable y veraz. He comprobado personalmente muchos casos de personas así, que en algún momento de sus vidas son “captadas” y acaban creyendo firmemente en conspiraciones, aun cuando inicialmente no lo hacían. Puedo citar casos, por ejemplo una socióloga que negaba rotundamente que ocurrieran las reuniones del Club Bilderberg. Este proceso de sensibilización está muy relacionado con lo que yo llamaría el fracaso de la información oficial. Es decir, en muchas ocasiones la información oficial o corporativa no convence o no consigue explicar la realidad y son las versiones alternativas, mucho más ricas, convincentes, exactas y bien fundadas, quienes lo consiguen. En general la disciplina de Comunicación Corporativa enseña que aquello de lo que no se informa no existe. Pero esto a día de hoy, con internet y redes sociales, es simplemente falso y en muchas ocasiones, esos campos de los que no se informa oficialmente generan mucho más debate e interés que los otros. Por ejemplo en el Cristianismo, y centrándonos en la figura del Cristo de la Fe versus el Jesús histórico, sucede que en muchos ámbitos ese Cristo histórico es considerado conocimiento heterodoxo, prohibido hasta cierto punto y por supuesto, no potenciado por las autoridades eclesiásticas. Y sin embargo, la investigación histórica arroja muchas más luces que las versiones oficiales. Ocurre este mismo fenómeno con el asesinato de John F. Kennedy o los ataques del World Trade Center, por citar ejemplos famosos. En estos casos, cuando las personas empiezan a comprender que las versiones oficiales no son dignas de confianza, sufren un cambio de conciencia que les lleva a variar su visión del mundo y lo ven todo desde un nuevo prisma. El reto es, naturalmente, un equilibrio entre nueva información y credulidad.

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11S, atentado que cobra todo sentido considerándolo una operación de guerra psicológica.

Conspiraciones versus propaganda

El asunto de las conspiraciones sería relativamente sencillo si acabase aquí, es decir, en una predisposición de las personas a creer en hechos insólitos o información oficial opaca frente a ciertos hechos. El problema es que en muchas ocasiones los gobiernos y otros estamentos (bancos, la prensa, etc.),  están activamente dedicados a engañar. Desde que Edward Bernays escribiera en 1928 su libro “Propaganda”, y rediseñase la forma en la que el poder se comunica con el pueblo, moviendo la opinión pública para su propio beneficio, la probabilidad de creer en cosas falsas ha aumentado de manera notable. Por ejemplo, se sabe que cada vez que hay una guerra se ha de hacer una campaña de propaganda para que la opinión pública la apoye. Sin ese engaño, los gobiernos estarían en una posición muy difícil para llevar a cabo sus contiendas bélicas. “Si la gente supiera la verdad -decía el ministro británico de la guerra de 1914- la guerra se acabaría mañana mismo[v]”.

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La guerra que no ves. John Pilger, 2004.

Abordemos el problema de las operaciones de guerra psicológica. Se definen como el empleo planificado de la propaganda  y de la acción psicológica, ambas orientadas a direccionar conductas, en la búsqueda de objetivos de control social, político o militar, sin recurrir al uso de las armas  o en forma complementaria a su uso. El problema de base no es que existan este tipo de operaciones sino, si son comunes y que alcance tienen. Puesto que estas operaciones se realizan usando la maquinaria propagandística del estado, su alcance es masivo. De hecho, tienden a recrear la realidad de una manera más eficaz que los hechos en sí mismos en muchas ocasiones. Suelen ser campañas muy bien diseñadas por expertos en psicología de masas y que mueven muy bien a la opinión pública. No es fácil identificarlas, pero con práctica, se puede conseguir porque guardan un parecido con las conspiraciones absurdas: son sencillas, maniqueas y mueven la indignación de la gente.

Ejemplos de operaciones de guerras psicológicas son, por ejemplo, el derribo de la estatua de Saddam Hussein o la versión de la niña kuwaití para desacreditar al dictador Iraquí, logrando así que la guerra ganase popularidad. También se suele desacreditar especialmente a líderes no alineados como Hugo Chavez[vi] o Evo Morales, mientras se deja en paz a peores dictadores que sí sirven al imperio.  Desde la operación “Mockingbird” de los años 50, desarrollada por la CIA, se sabe que se influye en los medios de comunicación para dar una visión de la realidad que interese al estado o a los poderes. En la guerra del golfo se puso de manifiesto la figura del “embedded journalist” o “periodista incorporado”. Son periodistas a los cuales el ejército (especialmente de USA y UK) permite estar en el frente, les da protección, y les deja cubrir la noticia. A cambio, las informaciones que publiquen deben contar con el visto bueno del ejército. El procedimiento real es más sutil claro, pero el ejército decide en todo momento quien está y quién no…

No todas las operaciones de manipulación son en positivo, para convencer de algo. También existen las llamadas “Operaciones de intoxicación”.  Su objetivo es contrarrestar informaciones de terceros. En general consisten en desacreditar y/o confundir. Normalmente la gente desestima o rechaza aquello que no entiende. Si consigues confundirles o hacerles incomprensibles las cosas, las rechazaran ellos mismos. Gestión de la percepción.

Para concluir, la información no es fiable ni fácilmente verificable. Al final, se acaba dando la paradoja: hay cosas que creen muy pocas personas y son ciertas y cosas que cree mucha gente, y son falsas. Esto es verdad como hecho objetivo sin que sea posible ni adecuada la generalización, puesto que cada información es diferente.

Conspiraciones a presente: a través de la bruma

Para terminar el tema es importante tocar un último punto crucial y es la problemática que encierran  las conspiraciones a presente o a futuro. Hablar de hechos históricamente probados y de operaciones ya desclasificadas es cómodo, puesto que nos movemos en el ámbito histórico. Sin embargo el reto, el desafío en lo relativo a la investigación de conspiraciones, no es hacerlo sobre hechos ya conocidos sino especular sobre lo que podría estar pasando de una manera velada u oculta.

Yo apelo al método de la duda razonable. Considero que si bien no tiene la validez de la prueba, quizás sea la única forma de informar sobre conspiraciones que pudieran estar ocurriendo en el presente. El razonamiento es sencillo, si se conoce bien la historia de todas las operaciones secretas y de todos los abusos de poder en el pasado, por lógica podríamos inferir que el momento presente no es diferente: ahora podrían estar sucediendo  también. De hecho, todas esas operaciones eran secretas cuando se estaban realizando, fue únicamente con el tiempo cuando se tuvo constancia de ellas.

Conociendo estas operaciones secretas, en qué consistieron y que hacían, se pueden pensar indicios que serían notables entonces, aún sin saber que estaba ocurriendo en aquellos momentos. La búsqueda de esos indicios en el presente, aún cuando es un método que tiene un gran margen de error, es posiblemente la mejor forma de investigar conspiraciones a presente. Si además de estos indicios se conocen libros o publicaciones de “think tanks” o gente muy influyente, y si hay correlación entre ambos, podrá al menos formarse una duda razonable. Sin embargo, el “método” de la duda razonable choca con otro resquicio psicólogico curioso. Hay una cierta barrera mental en mucha gente para aceptar que cosas que ya ocurrieron en el pasado puedan estar ocurriendo en el presente. Creo que es otro mecanismo de defensa psicológico. Por lo general se admite que en el pasado la humanidad haya hecho cosas terribles, sin embargo, admitir que también esas cosas puedan estar pasando ahora… les parece una insensatez.

Tampoco ayuda otro fenómeno, me guste o no, muy presente en las conspiraciones entendidas como fenómeno social: generalmente se divulgan mal. Lo considero un hecho, aunque haya magníficas excepciones. El motivo, al margen de la calidad o habilidad de los divulgadores (y a veces al margen de su salud mental), puede encontrarse otra vez en la información previa o conocimiento de cómo funciona el mundo. Creo fervientemente que si la divulgación de conspiraciones es sólida, sistemática y estructurada, mucha gente puede llegar a convencerse de hechos insólitos, ocultos y reales. Sin embargo, para llegar a ese punto hacen falta una serie de datos y consideraciones previas que muchas, muchas veces en divulgación de conspiraciones se omite. El resultado es sonar como un lunático. Y el problema es que quien ya conoce esas consideraciones previas, no las necesita y quien las necesita no oye al divulgador de conspiraciones.

Miguel Ángel Ruiz

 

 

 


 

NOTAS

I:Política profunda es una frase acuñada por el investigador y académico Peter Dale Scott. Es la respuesta científica a las teorías conspirativas.

II: Bratich, J. Z. (2008) Conspiracy Panics: Political Rationality and Popular Culture. New York: State University of New York.

III: Does it take one to know one? Endorsement of conspiracy theories is influenced by personal willingness to conspire, K. Douglas & R. Sutton.

Dead and Alive: Beliefs in Contradictory Conspiracy Theories, K. Douglas & R. Sutton.

IV: Ver el documental “La guerra que no ves”. John Pilger. 2004.

V: La revolución no será televisada. Kim Bartley y Donnacha Ó Briain. 2003.

 

Puedes descargarte EOC nº 72 en: http://www.dimensionlimite.com/eoc/EOC_72.pdf