Tal día como hoy, en 1990, Giulio Andreotti (presidente del consejo de ministros de Italia) rebela la red Gladio que consistia en que la OTAN hacía falsos atentados terroristas para crear alarma en Italia.

La trayectoria política de Andreotti estuvo determinada por tres prioridades: su partido y los intereses de la OTAN y los del Vaticano. Amparó que Italia fuera la pieza fundamental de la estrategia militar norteamericana en el Mediterráneo durante la larga guerra fría (la Red Gladio). Inspiró, protegió o alentó el intenso trabajo que los servicios secretos, italianos y occidentales, llevaron a cabo durante décadas en suelo italiano, empleando los métodos más brutales y protagonizando episodios terroríficos –en los que no pocas veces se alió con las bandas de ultraderecha- con el fin de evitar que un país fundamental en la geo-estrategia atlantista cayera en manos de la izquierda.

Diseñó e hizo funcionar durante casi cinco décadas un sistema de poder casi perfecto, que no hacía ascos a pactos y repartos parciales de poder con socios que no cuestionaran la centralidad y el dominio de la Democracia Cristiana. Esa política, que se llamó de formas distintas a lo largo de los años, tenía un objetivo fundamental: el de impedir que el poderoso Partido Comunista de los años 60 y 70 encontrara aliados que le permitieran entrar en el gobierno. En 1978 fue Aldo Moro, uno de los máximos dirigentes democristianos quien empezó a trabajar seriamente por establecer un acuerdo entre la DC y el PCI. Pero a los pocos meses fue secuestrado y luego asesinado por las Brigadas Rojas. Y Giulio Andreotti fue quien más duramente se opuso a hacer la mínima concesión a los terroristas, que le habrían salvado la vida.