Tal día como hoy en 1930, comienza la marcha de la Sal en la India y estaba dirigida por Mahatma Ghandi.

1200px-Marche_sel

El imperio británico tenía el monopolio de la Sal en el país y el hecho de recogerla se convirtió en un acto de desobediencia civil que, más adelante, condujeron a la independencia de la India. Este es el discurso pronunciado por Gandhi la víspera del inicio de esta marcha.

Con toda probabilidad este será el último discurso que os dirija. Aun en el caso de que el Gobierno me permitiera emprender la marcha mañana por la mañana, este será mi último discurso en las orillas sagradas del Sabarmati. Puede que aquí estas sean las últimas palabras de mi vida.
Ayer ya os dije lo que tenía que decir. Hoy me limitaré a deciros qué debéis hacer después de que mis compañeros y yo seamos arrestados. El programa de la marcha a Jalalpur debe cumplirse tal como fue establecido en un principio. La incorporación de nuevos voluntarios para esta acción debería limitarse solo a Gujarat. Por lo que he visto y oído durante los últimos 15 días, me inclino a creer que el río de resistentes civiles seguirá creciendo de forma ininterrumpida. Pero que no haya ni asomo de alteración del orden público después de que todos nosotros hayamos sido arrestados. Hemos resuelto emplear todos nuestros recursos en la prosecución de una lucha exclusivamente no violenta. Que nadie cometa una irresponsabilidad en un momento de ira. […]

Hay tres modos de infringir estas leyes. Es una infracción fabricar la sal allí donde haya instalaciones para hacerlo. La tenencia y la venta de sal de contrabando, tanto de sal marina como de sal de roca, es también una infracción. Quienes compren esa sal cometen también delito. Llevarse sal marina de los depósitos que hay en la orilla del mar es asimismo un modo de infringir la ley. Al igual que lo es la venta ambulante de esa sal. En resumen, podéis escoger todos estos recursos o cualquiera de ellos para romper el monopolio de la sal.
Sin embargo, no debemos conformarnos solo con esto. […] En cualquier lugar donde haya dirigentes locales, el pueblo debe obedecer sus órdenes. Allí donde no los haya y solo se encuentre un puñado de hombres que tienen fe en el programa, pueden hacer lo que esté en su mano, si tienen la suficiente fe en sí mismos. Tienen el derecho, mejor dicho, es su deber hacerlo así. La historia de la India está llena de hombres que se alzan hasta el liderazgo, por la pura fuerza de la confianza que tienen en sí mismos, la valentía y la tenacidad. […].

Mucho es lo que cabe hacerse de otras maneras además de estas. Los licores y los vestidos extranjeros pueden ser objeto de la acción de piquetes. Podemos negarnos a pagar impuestos si tenemos la fuerza necesaria. Los abogados pueden darnos asistencia jurídica. El público puede boicotear los tribunales de justicia absteniéndose de entablar pleitos. Los funcionarios del Gobierno pueden renunciar a sus puestos. En medio de la desesperación que impera por todas partes, hay quienes aún tiemblan de miedo por si pierden su empleo. Estos hombres no son aptos para la Swaraj. ¿Pero por qué tanta desesperación? El número de funcionarios gubernamentales en el país no pasa de unos pocos cientos de miles. ¿Y el resto? ¿Adónde van? Ni tan solo una India libre podrá dar cabida a un número mayor de funcionarios públicos. Un recaudador de impuestos, por ejemplo, no va a necesitar de toda la serie de criados que hoy tiene. Él será su propio siervo. Nuestros millones de compatriotas que mueren de hambre no se pueden permitir de ningún modo este enorme gasto. Si, por tanto, somos lo bastante sensibles, despidámonos del empleo del Gobierno sin que importe si se trata de un puesto de juez o de peón. Que todos los que cooperan de un modo u otro con el Gobierno, sea pagando impuestos o enviando a sus hijos a las escuelas oficiales, etc., que todos pongan fin a su cooperación con toda la intensidad y energía como les sea posible. Luego están las mujeres que pueden ir hombro con hombro junto a los hombres en esta lucha. […]

Tengo fe en la justicia de nuestra causa y en la pureza de nuestras armas. Y allí donde los medios son limpios, allí está sin duda Dios con su bendición. Y allí donde estas tres cosas se combinan, la derrota es algo imposible. Un satyagrahi, esté libre o en prisión, siempre se alza victorioso. Solo se le vence cuando renuncia a la verdad y a la no violencia, y hace oídos sordos a la voz de su interior. Si, por tanto, aun para un satyagrahi existe algo como la derrota, solo él tiene la culpa. Que Dios os bendiga a todos y que aparte los obstáculos y los escollos del camino en la lucha que comienza mañana”.

Alrededor de 20,000 personas presenciaron la partida del grupo que salió de la residencia de Gandhi a las seis y treinta de la mañana. Otras muchedumbres ya estaban instaladas a lo largo del camino y seguirán los manifestantes.

Gandhi, a pesar de sus 61 años, marchaba con paso firme.